El año 1967 arrancaó con la primera gran manifestación hippie, el "Human
Be-In". Pero sin duda la mayor movilización y demostración de fuerza de
los hippies se dio en el "Summer of Love" de ese año. Se estima que
en junio de 1967 unos 100.000 hippies se congregaron en torno al barrio de
Haight Ashbury, en San Francisco y otros tantos miles en el Festival de
Monterey celebrado en paralelo. Guiados por su gurú, Tim Leary, las manifestaciones
hippies fueron siempre acompañadas de LSD y música ácida.
Pero antes de continuar
conviene hacer un breve paréntesis sobre la terminología de la contracultura.
En el lenguaje corriente de la calle, "ácido" no era otra cosa que el
LSD, mientras que al consumo se le denominaba eufemísticamente
"viaje". Un acid trip o "viaje ácido" era una alusión a
drogarse o consumir LSD. "Música ácida" era aquella música,
generalmente rock and roll, inspirada o relacionada con el consumo de LSD, y
que también se conocía como "rock ácido" o música sicodélica. De
igual manera, Tim Leary era un "gurú ácido" o gurú del LSD; otros lo
consideraban "bodisatva ácido", es decir, un santo budista del LSD.
Igualmente es importante
destacar el papel de la música popular en la masificación y difusión de la
contracultura sicodélica. Mencionamos antes a grupos como The Grateful Death o cantantes como Scott McKenzie, pero también
hubo aportes procedentes del exterior y entre ellos uno de los más célebres fue
el de los Beatles.
Casi desde sus inicios los
Beatles tuvieron contacto con distintas drogas. En 1964 fue el encuentro con
Bob Dylan el que los encaminó hacia la marihuana. En 1965 comenzaron a
experimentar con LSD: en marzo de ese año Lennon y Harrison y en agosto, en Los
Ángeles - durante su gira por Estados Unidos - Lennon, Harrison y Starr. Según
la esposa de Lennon en aquel entonces, Cynthia, el músico consumía habitualmente
LSD, lo que ella cree habría contribuido al deterioro de su relación. Por otro
lado, el uso del LSD los encaminó en dirección de la contracultura, lo que se
manifestará en su sexto álbum, "Rubber
Soul", publicado en diciembre de 1965. La portada del álbum ya
mostraba influencias de la iconografía hippie; pero también la música
experimentó un nuevo giro, con la inclusión de la citara, interpretada por
George Harrison, en el tema "Norwegian
Wood". La citara es un instrumento tradicional de la India y su
sonoridad aportó a la atmósfera oriental, mística, muy en línea con la
contracultura.
Pero la inmersión de los
Beatles en la música sicodélica entre los años 1965-1967 tuvo un punto de
inflexión cuando los ingleses leyeron los libros de Tim Leary. Según Paul
McCartney, él y Lennon visitaron un día la librería "Indica",
recientemente abierta en Londres. Lennon andaba buscando un libro sobre
Nietzsche, pero se topó con "The
Psychedelic Experience", el libro de Leary, Alpert y Metzner que
mencionamos en el programa anterior. En enero de 1966, mientras seguía las
instrucciones del libro de Leary, Lennon compuso una canción, "Tomorrow Never Knows". Para
ilustrar la relación entre la canción y el libro, citaremos un pasaje de este
último:
"Whenever in doubt, turn off your mind, relax, float downstream..."
Lo que suena muy parecido a
las primeras líneas de la canción:
“Turn of your mind, relax and float down stream
It is not dying, it is not dying"
"Tomorrow Never Knows" figura como el último tema del séptimo
disco de los Beatles, "Revolver", publicado en agosto de 1966. Para
los expertos "Revolver" profundiza el giro hacia la "música
sicodélica", insinuado antes en "Rubber Soul", mientras otros
apuntan que "Tomorrow Never Knows" es "el comienzo de la
sicodelia en las grabaciones musicales", es decir, el tema sería algo así
como la primera canción "ácida", al menos de los Beatles. De hecho,
para los fanáticos de la banda debe haber sido difícil entender de qué trataba
la canción, dado lo enigmático de la letra. Más tarde George Harrison aclararía
que la canción habla sobre la meditación trascendental. John Lennon trató de
seguir lo más de cerca posible los pasos de Leary e incluso se dicen que leyó
el "Libro Tibetano de los Muertos" mientras estaba bajo los efectos
del LSD. Pero la conexión con el misticismo oriental y en especial el budismo
se manifestó también durante las sesiones de grabación de "Revolver".
Así, John Lennon instruyó a los técnicos que quería que el disco sonara como el
canto de "cientos de monjes tibetanos" y como si él mismo fuera el
Dalai Lama cantando desde la cima de las más altas montañas. Medio en broma,
medio en serio, McCartney apuntó: "It's the Dalai Lennon".
El caso de los Beatles y su
incursión en la contracultura y la sicodelia de aquellos años vuelve a
manifestar, una vez más, la conexión con el misticismo oriental, el hinduismo y
en especial el budismo. Los Beatles le agregan a esta relación un dato
interesante, a propósito de una controversia religiosa que surgió por aquellos
años. El 4 de marzo de 1966 el London
Evening Standard publicó una entrevista a John Lennon en la que, entre otros
temas, el músico conversó acerca de su búsqueda religiosa. En un párrafo Lennon
señala: "El cristianismo desaparecerá... Se desvanecerá y disminuirá. No
necesito probarlo; estoy en lo correcto y el tiempo me dará la razón. Somos más
populares que Jesús ahora; no sé qué desaparecerá primero - el rock and roll o
el cristianismo. Jesús estaba bien, pero sus discípulos eran estúpidos y
ordinarios". Al momento de su aparición la entrevista no tuvo ningún
efecto en Gran Bretaña, pero cuando meses más tarde el artículo fue reproducido
en Estados Unidos - justo cuando la banda se aprestaba para comenzar un nuevo
tour por el país - desató una serie de protestas que obligó a Lennon a ofrecer
disculpas públicas. Pero, más que la controversia en sí, lo que resulta de interés
para nuestro análisis es unir la entrevista de Lennon, su desdén por el
cristianismo, con la fascinación de los Beatles con los cultos orientales.
Volvemos así sobre un patrón que comenzamos a rastrear desde el primer capítulo
de esta serie sobre Silicon Valley y la religión y que se puede resumir más o
menos de este modo: contracultura, sicodelia, desinterés o abierto rechazo al
cristianismo y búsqueda de una nueva conciencia a través de la espiritualidad
oriental, especialmente el budismo.
Volviendo a la relación
entre los Beatles, la contracultura y la sicodelia, esta alcanzó un nuevo paso
con la publicación en junio de 1967, en pleno "Verano del Amor", del
disco "Sgt. Pepper's Lonely Hearts
Club Band", el famoso álbum del "sargento Pimienta". En su
concepción, estilo, visión, lírica y puesta en escena el célebre disco captura
la atmósfera y los ideales de la contracultura hippie en su clímax. El
"Sargento Pimienta" incluía además el tema "Lucy in the Sky with Diamonds", una metafórica y discutida
alusión al LSD.
Dejemos ahora la música de
los Beatles y retomemos la historia del LSD y la contracultura. Como anunciamos
antes, la CIA se encargó de financiar programas de pruebas de LSD en distintas
instituciones en Estados Unidos. Entre ellas estaba la Universidad de Stanford
en California. Precisamente uno de los voluntarios que participó en dichas
pruebas tendría un rol preponderante en la conexión entre el LSD y la
contracultura. En 1959 Ken Kesey (1935-2001), estudiante de Stanford y por
entonces joven escritor, se enroló como voluntario para pruebas con drogas
sicodélicas en el Veteran Hospital de Menlo Park, California. La experiencia
con el LSD afectó de tal manera su vida que Kesey continuó su consumo incluso
después de terminado el periodo de pruebas en el hospital. Kesey devino en un
consumidor habitual de LSD y a poco andar comenzó a compartir ese nuevo hábito
con su círculo más cercano, convirtiéndose en uno de los primeros
"evangelistas" del LSD. Fue en esa fase de consumo de drogas sicodélicas
que Kesey escribió la que sería su obra más popular, "One Flew Over the Cuckoo's Nest" (1962), texto que resume sus
vivencias en el centro siquiátrico de Menlo Park; de hecho, el argumento de
Kesey en el libro sigue de cerca el del movimiento anti siquiatría, que
revisaremos en próximos capítulos. "One
Flew Over the Cuckoo's Nest" fue un éxito de ventas casi inmediato,
con una buena recepción también en la crítica literaria. Como resultado de lo
anterior Kesey se convirtió en un personaje famoso en todo el país y un rostro
icónico del movimiento contracultural en San Francisco. Para entonces Kesey
había reunido en su entorno un grupo de consumidores habituales de LSD,
conocidos como "The Merry Pranksters"
(Los Alegres Bromistas). Pronto el grupo comenzó a celebrar en casa de Kesey
los "acid test" o
"pruebas ácidas": fiestas en las que se consumía LSD mientras
escuchaban a los "Grateful Deads". Los "acid test"
sirvieron para que muchas más personas engancharan con las drogas sicodélicas y
el rock ácido. En 1964 Kesey y los Merry Pranksters se embarcaron en una nueva
aventura: a bordo de un viejo bus escolar adaptado viajaron desde California
hasta Nueva York, atravesando todo el país de costa a costa, distribuyendo su
mensaje de "música ácida", luces estroboscópicas y LSD. El periodista
Tom Wolfe plasmó la travesía en un libro que también se convirtió en un súper
ventas, "The Electric Kool-Aid Acid
Test" (1968). Kesey estaba en la cresta de la ola, en el momento de
máximo esplendor de la contracultura sicodélica.
Pero todo lo que sube tarde
o temprano tiene que bajar. En tal sentido las vidas del sicólogo Tim Leary y
el novelista Ken Kesey en los años 60s conforman dos curiosos paralelos del
auge y caída de la contracultura sicodélica en aquella década. En 1965 Kesey
enfrentó a la justicia por posesión y consumo de marihuana; eventualmente huyó
a México y al regresar pasó sucesivos episodios de arresto y cárcel. Cuando en
1969 lo invitaron a un festival en Woodstock, Kesey ya había tomado la decisión
de abandonar su etapa en la contracultura y se retiró al ostracismo con su
familia en Oregon. El caso de Leary fue más complejo. En 1969 Leary planeaba
aprovechar su ascendiente sobre las multitudes hippies para desafiar a Ronald
Reagan en la Gobernación de California; incluso alcanzó a pedir a John Lennon
que le ayudara con un tema de campaña (Lennon compuso "Come
Toguether", que después sería un hit de los Beatles). Pero ese mismo año
asumió como presidente Richard Nixon y con los republicanos en el poder la
atmósfera se volvió hostil para todo lo que tuviera que ver con drogas, fueran
sicodélicas o no. Tras una década de agitación social y política, y con los
asesinatos recientes de Martin Luther King y Robert Kennedy, el país parecía
agotado y dispuesto a un mayor orden y estabilidad, o eso pretendía Nixon. Para
peor, a inicios de agosto de 1969 los seguidores de un extraño gurú llamado
Charles Manson protagonizaron una masacre que contó entre sus víctimas a la
actriz Sharon Tate; la prensa denominó a los asesinos "el clan
hippie" o "los hippies hipnotizados". Este estigma de drogas y
violencia quizás haya influido en que el festival de Woodstock que tuvo lugar
poco después y reunió a unas 400.000 personas haya sido extraordinariamente
pacífico. En cualquier caso, el gobierno ya había decidido una ofensiva frontal
contra las drogas, en especial el LSD. Pronto Nixon se referiría a Leary como "the most dangerous man in America"
(el hombre más peligroso en Estados Unidos). Leary fue arrestado en 1970 por
posesión de marihuana y condenado a 10 años de prisión. De algún modo logró
escapar de la cárcel para dar inicio a una cinematográfica huida que lo llevó
por Argelia, Suiza, Austria y Afganistán ¡en el Asia central! Finalmente, en
1973 fue arrestado en Kabul y devuelto a la cárcel en Estados Unidos. Más
increíble aún es que consiguió acortar su sentencia y salió libre en 1976. Los
siguientes 20 años de su vida Leary se abocó a temas como la tecnología
computacional y los extraterrestres, con tanto ahínco como el que antes había
puesto en el LSD.
La caída de Kesey y Leary y
la guerra contra las drogas de Nixon señalan el fin de la contracultura hippie y
la sicodelia para 1970. Pero el espíritu de la contracultura no murió del todo.
Hubo muchos jóvenes y adolescentes que atesoraron los ideales de la
contracultura incluso mucho después del fin del movimiento hippie. Y varios de
entre ellos comenzaron su inserción laboral en las empresas tecnológicas que
empezaban a instalarse en torno a San Francisco. Fue en esta mezcla entre
elementos de la contracultura y desarrollos tecnológicos alentada por las
páginas del "Whole Earth Catalogue" de Stewart Brand que se produjo
la metamorfosis de hippies a hackers. Quizás el ejemplo paradigmático de esta
transformación sea Steve Jobs (1955-2011). Ya de adolescente Jobs se cambió a
un colegio más receptivo a las tendencias hippies, colegio visitado apenas unos
años antes por Tim Leary en sus charlas sobre meditación trascendental. Por
esos años Jobs probó el LSD, del que diría más tarde: "Tomar LSD fue una
profunda experiencia, una de las cosas más grandes que he hecho en mi vida. El
LSD te muestra que hay otro lado de la moneda... Reforzó mi sentido de lo que
es importante - crear cosas grandes en lugar de hacer dinero..." El joven
Jobs leyó muchos libros sobre iluminación espiritual y drogas sicodélicas,
entre ellos "Be Here Now",
una guía escrita por Ram Dass, nombre adoptado por nuestro ya conocido Richard
Alpert, el colega de Leary e investigador despedido por Harvard en 1963. Era un
tiempo en el que Jobs solía andar descalzo o usar sandalias y los domingos si
podía caminaba hasta el templo Hare Krishna más cercano para comer: Jobs era
vegetariano. También compartía el gusto musical de los hippies por bandas como
"Grateful Dead" y los Beatles y en 1974 viajó por algunos meses a la
India para profundizar su entrenamiento espiritual, tal como habían hecho los de
Liverpool 6 años antes (1968). De la India regresó convertido en budista y poco
después, en 1976, Steve Jobs y su amigo Steve Wozniak fundarían Apple, la empresa que haría realidad la
visión del "personal computer"
anticipada unos años antes por Stewart Brand. De hecho el nombre de la
compañía, Apple, dice relación con la dieta vegetariana de Jobs, una prueba más
de su herencia hippie. Asimismo, su matrimonio, en 1991, fue oficiado por un
monje Zen (budista). Aunque su amigo Steve Wozniak no tenía ese interés religioso
- Wozniak era medio ateo, medio agnóstico - ambos compartían la filosofía de
vida hippie, pues para trabajar con Steve Jobs había que ser parte de su visión
contracultural.
El caso de Steve Jobs es
todo un símbolo de la conexión entre la industria computacional de Silicon
Valley y la contracultura hippie, incluidos aspectos espirituales y también el
uso de drogas. Como lo ilustran la vida y los negocios de Steve Jobs, esas
características perduraron en Silicon Valley, incluso mucho tiempo después de la
desaparición del movimiento hippie. Aun cuando las drogas sicodélicas fueron
declaradas ilegales, su uso nunca desapareció del todo; en cierto modo, mutaron
de nombre, cuando tiempo después surgió la moda de los enteógenos, término que
etimológicamente significa "aquello que hace que la divinidad resida
dentro de uno". Los enteógenos son básicamente sustancias naturales,
plantas tradicionales usadas en rituales chamánicos, como la ayahuasca y la
burundanga, y que persiguen el mismo fin de "ampliación de la conciencia
humana" buscado antes con las drogas sicodélicas. Como su nombre lo
indica, los enteógenos prometen experimentar la divinidad o lo divino por
intermedio del consumo de una droga, cuestión que recuerda la asociación entre
drogas sicodélicas y la trascendencia, muy bien resumido en aquella frase con
la que el poeta Allan Ginsberg definió al LSD: "God in a pill" (Dios en una pastilla").
En las últimas décadas del
siglo XX el principal exponente de los enteógenos como un renacer de la cultura
sicodélica fue sin duda el norteamericano Terence McKenna (1946-2000). Ecólogo
y etnobotánico de la Universidad de California en Berkeley, fue conocido
también como el "Timothy Leary de los 90s". McKenna comenzó a
consumir marihuana en la adolescencia, pero fue su experiencia con hongos
alucinógenos de la Amazonía lo que lo impulsó a buscar el renacimiento de la
investigación en drogas sicodélicas. De personalidad inquieta, curiosa e
imaginativa, McKenna reúne varias de las características que ya hemos notado a
lo largo de este estudio: el interés por el chamanismo, el misticismo oriental
y en especial el budismo va de la mano con una visión crítica del monoteísmo y
particularmente de su versión cristiana. Considerándose a sí mismo un chamán,
uno que puede entender el lenguaje de las plantas alucinógenas, como la
ayahuasca, para McKenna "el chamanismo no es una religión, sino un
conjunto de técnicas". De ahí su convicción en la convergencia de la
tecnología computacional y las drogas sicodélicas para despertar una nueva
humanidad. Tal es así que a comienzos de los 90s McKenna fue uno de los
primeros en popularizar la Realidad Virtual, convencido de que potenciaría a
los usuarios de sustancias sicodélicas. Para McKenna Internet es ante todo
"un oráculo", de modo que la inmersión en la tecnología digital y las
drogas lograría el objetivo de que cada uno "se convierta en un chamán,
haga el viaje numinoso y saque sus propias conclusiones", como diría Mark
Pesce. Otra vez, tal como antes con Steve Jobs, vemos una conexión entre
computadores y drogas. A decir verdad, McKenna aportó a esta relación por dos
vías: reinstalando una cultura de drogas, en este caso no con el LSD (McKenna
rechazaba los compuestos sintetizadas por el hombre) sino con productos
naturales como la ayahuasca, y popularizando lo que los gringos llaman "rave culture" o cultura del trance.
Vale la pena consignar que el boom de la ayahuasca en los 90s coincidió con la
publicación de los libros de McKenna, y si bien tanto la ayahuasca como la
"rave culture" se expandieron por Estados Unidos y otras partes del
mundo, Silicon Valley es el lugar en el que, proporcionalmente hablando, se
concentra la mayor población que consume drogas en un contexto de "rave
culture".
Permíteme aquí hacer un
pequeño paréntesis para retomar la frase de McKenna, aquello de que "el
chamanismo no es una religión, sino un conjunto de técnicas". Esta frase
es fundamental para entender la relación entre drogas y computadores, o drogas
e internet, en la historia de Silicon Valley. A lo largo de este y los
anteriores programas hemos citado recurrentes ejemplos de la atracción que se
dio en San Francisco entre líderes de la naciente industria computacional y
ciertas drogas cuya función era potenciar la conciencia humana. Si pensamos que
el origen del uso de esas drogas, en su estado natural, correspondía a
comunidades chamánicas, donde el chamán hacía uso de ciertas técnicas y
conocimientos secretos para obtener unos resultados determinados, el paralelo
con el mundo computacional de Silicon Valley está abierto, pues en la Meca
mundial de los computadores también hallamos a un geek o un genio de la
computación que al igual que el chamán usa ciertas técnicas y conocimientos
secretos para obtener unos resultados determinados. Tal como el chamán descarta
los conjuros o técnicas que no sirven para quedarse con aquellos que sí ponen a
la naturaleza a su servicio, del mismo modo el hacker o el programador juegan
con distintos programas hasta seleccionar aquel que hace lo que él quiere que
haga. En un caso, los conjuros o técnicas del chamán tienen el propósito de
poner a la naturaleza al servicio del chamán, en el otro caso las técnicas o
programas del hacker tienen el objetivo de poner el mundo exterior al servicio
de las instrucciones computacionales del experto. Un hacker o programador viene
a ser algo así como un “chamán cibernético”: todo se reduce al dominio de
ciertas técnicas y conocimientos secretos. En ambos casos la experiencia recrea
el espíritu ególatra de los antiguos magos, el cómo poner el mundo exterior a
mi servicio.
En los años 70s se descubrió
la desconocida relación entre la CIA y el LSD, cuando el público supo de la
existencia del programa MK-ULTRA. Pero ya era tarde, el proyecto se había
escapado de las manos de la CIA y las drogas sicodélicas habían alterado
profundamente la sociedad y la cultura norteamericana. Para los hippies que se
transformaron en hackers y que fundaron las nuevas corporaciones de Silicon
Valley, como Steve Jobs, la contracultura sicodélica fue fundamental para el
desarrollo de la tecnología computacional y para el salto cuántico de la
tecnología digital. Burning Man, con
su libre expresión de sexualidad, misticismo y drogas, es el testimonio vivo de
la voluntad de libertad total que alimenta al proyecto tecnológico de Silicon
Valley.
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