miércoles, 8 de junio de 2011

Hombre de fe, hombre de ciencia



Entre los círculos evangélicos actuales una de las lecturas más extendidas para explicar los primeros versículos del Génesis es la que se conoce en lengua inglesa como “Gap Theory”, la teoría del desfase, según la cual entre Génesis 1:1 y 1:2 hay un período muy extenso – probablemente tan amplio como millones o miles de millones de años - dentro del cual caben las diversas etapas de la historia geológica de la tierra. Lo que de seguro pocos saben es que esta interpretación no es nueva, sino que tiene un pasado que se remonta hacia fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, como queda muy bien representado en la vida y obra de William Buckland (1784 – 1856).

Destacado pastor, geólogo y paleontólogo inglés, Buckland fue uno de los principales actores de la escena científica británica de la primera mitad del siglo XIX. Los paseos infantiles despertaron su temprano interés por las rocas, dando inicio a su pasión por las expediciones geológicas que llevaría a la práctica en su vida adulta. Tras estudiar mineralogía, geología y química, pronto pasó a ser profesor de geología y dio inicio también a su interés por una joven ciencia, la paleontología. Trabajando para el museo asmoleano, realizó varios viajes por Europa los cuales le permitieron entrar en contacto con los científicos continentales, entre ellos célebres personajes como el francés Georges Cuvier, el “padre de la paleontología”, cuyas ideas Buckland impulsó en Gran Bretaña. Su actividad científica y educativa fue lo suficientemente importante como para que en 1818 ingresara a formar parte de la Royal Society. Al año siguiente inauguró una cátedra en Geología, su materia preferida y luego, en 1820, publicó Vindiciae geologicae or the conextion of geology with religion explained. Como su rimbombante título lo sugería, Buckland pretendía justificar la ciencia geológica y defender la síntesis entre ésta y el Génesis. Sus investigaciones en la caverna Kirkdale le valieron la medalla Copley. Posteriormente llegó a ser presidente de la Sociedad Geológica de Londres y anunció el descubrimiento del primer dinosaurio en las islas británicas, un reptil extinto al que denominó Megalosaurus (lagarto grande).

Como geólogo y como pastor, Buckland sintió la necesidad de aplicar su conocimiento y experiencia de investigador científico para defender la enseñanza de las escrituras tal como se encuentra en el Génesis, sosteniendo por ejemplo que el diluvio era un hecho real. Sus preocupaciones en esta materia coincidieron con la iniciativa del conde de Bridgewater, quien ya en su lecho de muerte, decidió financiar ocho tratados cuya finalidad sería la de explicar “el Poder, la Sabiduría y la Bondad de Dios, como se manifiesta en la Creación”. Los así denominados Tratados Bridgewater vieron la luz entre 1833 y 1840, constituyendo por entonces un hito significativo de la manera como la ciencia victoriana era entendida por sus practicantes creyentes. Se debe tener presente que, a diferencia de lo que ocurría en Francia mayoritariamente desde los días de la Ilustración, donde el discurso público sobre la ciencia se distanció fuertemente de la iglesia y de lo religioso, en Inglaterra, cuna de la ciencia newtoniana, persistió durante el siglo XVIII una buena relación entre ciencia y religión, o al menos el discurso científico no era entendido como una amenaza contra lo religioso. Sin embargo, la geología de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX parecía por momentos desafiar la lectura tradicional del Génesis, materia que preocupaba a científicos como Buckland. Comprometido a vindicar la profesión geológica y la defensa de la religión cristiana, Buckland publicó en 1836 Geology and Mineralogy considered with reference to Natural Theology, el sexto de los tratados de la serie, texto en el que defendió sus creencias científicas y religiosas. Buckland, quien como hemos visto era partidario de la teoría catastrofista de Cuvier, recurre al expediente de postular que debemos releer los primeros versos del Génesis con respecto a la palabra “principio” y a la palabra “días”:

“…el término “principio”, como lo aplica Moisés en el primer verso del libro del Génesis… (expresa) un periodo indefinido de tiempo, que antecedió al último gran cambio que afectó a la superficie de la tierra, y a la creación de su actual población animal y vegetal, periodo durante el cual una larga serie de operaciones y revoluciones pueden haber ocurrido”.

Buckland agrega luego,

“… en ninguna parte se afirma que Dios creó los cielos y la tierra en el primer día, sino en el principio; este principio puede haber sido una época a una distancia inmensurable, seguida por periodos de duración indefinida durante los cuales todas las operaciones físicas descubiertas por la geología estaban en operación”.

Buckland apela a varios padres de la iglesia para sostener que el periodo de los seis días de la creación no comienza sino en Génesis 1:3. Luego señala:

millones y millones años pueden haber ocupado el intervalo indefinido, entre el principio en el cual Dios creó los cielos y la tierra, y la tarde o el comienzo del primer día de la narración mosaica”.

Así, pues, según lo ve Buckland, entre Génesis 1:1 y 1:2 pudo haber transcurrido un periodo muy prolongado en el cual tuvieron lugar los cambios geológicos que dan cuenta de una “tierra vieja”. Este periodo es el “gap”, el desfase de la teoría del desfase. Sobre Génesis 1:2 Buckland comenta:

Tenemos en este segundo verso una mención distintiva de la tierra y las aguas, como ya existentes, y envueltas en la oscuridad; su condición se describe también como un estado de confusión y vacío (tohu wabohu), palabras que usualmente se interpretan con el vago e indefinido término griego “caos”, y el cual puede ser geológicamente considerado como designando los restos y ruinas del mundo inicial. En este punto intermedio, los periodos geológicos indefinidos precedentes han terminado, comienza una nueva serie de eventos, y la obra de la primera mañana de esta nueva creación fue la invocación a la luz desde una temporal oscuridad, que se había extendido sobre las ruinas de la tierra antigua”.

Según Buckland, pasados los periodos geológicos iniciales, desde Génesis 1:3 comienza el relato mosaico de la creación en seis días, que da paso a la tierra tal como la conocemos hoy. En otras palabras, después de un periodo de caos geológico, la creación mosaica es en realidad una reconstrucción del planeta. Así, la gap theory podía entenderse (de hecho así fue también llamada) como una teoría de ruina y reconstrucción.




El esfuerzo de Buckland por armonizar el conocimiento geológico de su tiempo con el relato bíblico es un buen indicador de la lucha que se daba por entonces para mantener la concordia entre la ciencia victoriana y las tendencias más secularizantes. Lamentablemente para Buckland la teoría contraria a la suya, la postura de Hutton de cambios graduales en la geología de la tierra, poco a poco se abriría paso para ser finalmente entronizada por un alumno de Buckland, Charles Lyell. Para entonces Buckland, el viejo profesor, se retiraba a Westminster después de una vida de fe y de ciencia.

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