lunes, 19 de noviembre de 2012

Bajo el Signo de Reagan




El último paso que daremos por el mundo del cine se centra esta vez en un actor que con el tiempo cambió las películas por la política: Ronald Reagan (1911-2004). Nuestra elección del personaje no es antojadiza, pues varios nexos notables ligan a Reagan con el universo estoico de Star Wars (La Guerra de las Galaxias, ver artículo anterior, octubre 2010). En primer lugar, lo obvio: buena parte de la trilogía inicial se filmó bajo la presidencia de Reagan. En segundo lugar, lo nominal: Reagan lanzó en los 80s un programa de defensa antimisiles para contrarrestar la amenaza nuclear soviética que se conoció popularmente como Star Wars. En tercer lugar, lo sutil: la astrología. Aunque de seguro no con el mismo compromiso con el que los estoicos (o la mayoría de ellos) creían en la astrología, definitivamente el 40º presidente de los Estados Unidos – y el último de la Guerra Fría - tenía una larga relación con horóscopos y astrólogos. Se trata de una historia tan sorprendente como increíble.

En astrología las fechas lo son todo y esta historia porta la marca de una fecha ominosa: 30 de marzo de 1981, un desconocido John Hinckley intenta asesinar al presidente Reagan. La oportuna respuesta del servicio secreto de seguro salvó al presidente. Parece que Reagan nunca perdió su presencia de ánimo, pues cuando una acongojada Primera Dama llegó al hospital para verle, éste la habría saludado con la célebre frase con la que Jack Dempsey explicó a su esposa su derrota en el ring: “Cariño, se me olvidó agacharme”. Pero Nancy Reagan no estaba para bromas. Angustiada ante la posibilidad de que algún otro desquiciado o un terrorista atacara nuevamente a su marido, se contactó de inmediato con una vieja conocida de su estancia en California: Joan Quigley. La astróloga californiana confirmó a la Primera Dama que de haber estado atenta a su marido, podría haber previsto el atentado. Desde estonces Nancy Reagan sostuvo entrevistas periódicas con Quigley. Para poner en perspectiva los hechos debemos recordar que Reagan gobernó dos periodos (1981-1989), por lo que el atentado de Hinckley tuvo lugar casi al comienzo de su mandato. Lo anterior significa que durante gran parte de la administración Reagan, su esposa Nancy mantuvo como una de sus consejeras más íntimas y confiables a Quigley. Pero, ¿qué impacto tuvo esto en los norteamericanos? ¿Aprobaban los electores que entre los consejeros de la presidencia figurara una practicante de la astrología? La verdad es que el asunto era desconocido para la población, la que sólo se enteró de todo esto tras la salida de Donald Regan de la Casa Blanca. Regan había asumido en 1985 como uno de los principales consejeros políticos del presidente, pero debió renunciar en 1987 en la estela dejada por el escándalo Irán-Contras. Empero, las malas lenguas aseguraban que la Primera Dama, con quien Regan tuvo una pésima relación, fue clave en su salida. Algo de cierto habría en el chisme, pues lo primero que hizo Regan tras salir del gabinete fue escribir un libro (“For the Record: From Wall Street to Washington”, 1988) donde desclasificó “el secreto mejor guardado” de la Casa Blanca:

Virtualmente cada movida o decisión mayor que los Reagan  hicieron durante mi periodo como Jefe de Asesores de la Casa Blanca era visado previamente con una mujer de San Francisco que consultaba los horóscopos para asegurarse que los planetas estuvieran en una alineación favorable para la empresa”.

De creer al ex asesor, la Primera Dama consultaba a la astróloga para arreglar la agenda de la Casa Blanca, organizar viajes y conferencias oficiales, incluso un asunto tan delicado como el bombardeo de Trípoli (Libia) habría sido coordinado con la correcta alineación estelar. El libro desató primero la incredulidad y luego el escándalo. ¿El presidente de los Estados Unidos y su esposa consultaban regularmente a una adivina? Nadie daba crédito a los titulares sensacionalistas que reprodujeron luego la noticia en todos los medios. Ni los más crédulos habrían imaginado la larga relación que para entonces mantenía la pareja gobernante con las estrellas (no las del cine, sino las celestiales).

De entre lo mucho que se publicó en prensa por aquellos años relativo al affaire Quigley, un artículo de People del 23 de mayo de 1988 (“The President´s Astrologers. The Reagans Have Been Sneaking Peeks at the Stars for a Long, Long Time”) nos ayudará a refrescar los nexos entre la adivina y los Reagan. De entrada, la investigación periodística nos aclara que el mundillo de las estrellas de Hollywood hacía mucho rato que flirteaba con la adivinación astrológica. Conviene recordar que tanto Ronald Reagan como Nancy Davis eran actores desde los años 40s; de hecho, ambos se conocieron cuando Reagan era presidente del sindicato de actores y Nancy acudió a hacerle algunas consultas. Reagan – separado de Jane Wyman en 1948 – contrajo matrimonio con Davis en 1952. Como actores, no eran ajenos a lo que ocurría en ese medio desde los años 30s, cuando la astrología se había vuelto fashion entre las estrellas de California, sobre todo de la mano del astrólogo de las celebridades, Carroll Righter. Ideólogo de las “fiestas zodiacales” que entretenían a las estrellas del cine y servían como vehículo promocional de sus “habilidades”, el círculo de Righter sería la envidia de muchos: Marlene Dietrich, Cary Grant, Grace Kelly (más tarde princesa de Mónaco), Charlie Chaplin, Tyrone Power, Rhonda Fleming, Lana Turner (“Doctor Zhivago”), Susan Hayward, William Holden … Righter se codeaba con lo más granado de los famosos del cine, señal de que sus servicios y consejos eran bien apreciados. Sobre dichos consejos hay detalles sabrosos, aunque para oídos más vulgares pueden parecer rayanos en lo ridículo: la obsesión de Righter con el tiempo era muy estricta, como cuando sugirió a Susan Hayward que firmara un contrato a las 2:47 AM, o a un triunfador gobernador Reagan para que inaugurara su mandato a medianoche. Claro, para un astrólogo tan importante como la fecha lo es la hora, hay que estar atento al momento exacto cuando los astros son propicios, de lo contrario todo puede irse al carajo. Mientras todo esto pasaba en la privacidad, la vida pública de Reagan llegó a su apogeo con los dos mandatos como gobernador de California (1967-1975), sus primeros éxitos políticos con el partido Republicano. Según testigos de la época, Nancy Reagan siguió siendo por esos años una asidua aunque discreta visitante de la mansión de Carroll Righter; la ascendente carrera política de Reagan hizo más urgente la guía espiritual y astrológica de Righter.

Para los años setenta el gobernador Reagan ya sonaba como candidato presidencial entre los republicanos. Sin embargo, las cartas de Righter no eran muy favorables, cuestión que al parecer irritó a Nancy; lo cierto es que por esos años la esposa del gobernador halló una nueva consejera en materias astrales: Joan Quigley, a quien conoció en un programa de TV. Sería Quigley quien confirmó a una ansiosa Nancy Reagan que 1980 era el año: los cielos anunciaban la derrota de Carter y la victoria de su marido. Lo demás ya es historia. Tras finalizar la era Reagan, Quigley publicó su propio descargo, “What Does Joan Say?: My Seven Years as White House Astrologer to Nancy and Ronald Reagan” (1990), donde comentó: “Ni desde los días de los emperadores romanos – ni jamás en la historia de la Presidencia de los Estados Unidos – un astrólogo había jugado un papel tan significativo en los asuntos de Estado de una nación”. Una afirmación rimbombante; discutible quizás para Estados Unidos (o al menos para quienes creen que ya Teo Roosevelt seguía los horóscopos), pero insostenible para el resto del mundo, pues astrólogos y gobernantes conforman una dupla conocida desde los días de Babilonia.

¿Qué importancia puede tener para nosotros el entuerto astrológico de los Reagan? ¿No sabemos acaso que la astrología es pura superstición? En su momento el affaire Quigley tuvo pequeños costos políticos para el presidente, opacado entonces por otros asuntos más apremiantes. Claro que Reagan no se libró de las burlas de los demócratas y de cierto sector del mundo académico de su país; después de todo el mandatario republicano representaba al sector más conservador de la sociedad y buena parte de su base electoral eran evangélicos practicantes, para quienes de seguro la noticia de que su presidente consultaba el horóscopo del periódico mientras la Primera Dama se asesoraba con una adivina debió resultar particularmente chocante. Con todo, Reagan salió de la Casa Blanca como uno de los presidentes más populares de los últimos tiempos, mucho más popular por cierto que cuando llegó allí. El tiempo, ese bálsamo natural que se encarga de pulirlo todo, suavizaría los aspectos más indecorosos de la herencia de Reagan - horóscopos incluidos – de modo que el mandatario encarna hoy la quintaesencia del espíritu republicano, del presidente con valores cristianos tradicionales. Para nosotros queda la reflexión del episodio más freak de la era Reagan, en los inicios del despertar conservador estadounidense de las últimas décadas. Habrá que reconocer que la astrología es una superstición dura de matar, acaso una de las artes adivinatorias más exitosas a lo largo de la historia. Dos mil años de cristianismo y siglos de desarrollo científico no han sido suficientes para desarraigar en la población la creencia en el “mensaje astral” de la pseudo ciencia astrológica, incluso en los más altos niveles sociales, como nos lo recuerda “el secreto mejor guardado de la Casa Blanca”.

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