lunes, 28 de noviembre de 2011

Balaam según von Pakozdy


El teólogo húngaro Ladislav Martin von Pakozdy, profesor de Antiguo Testamento en la Reformierte Theologische Akademie escribía allá por el año 1958 un artículo titulado “Theologische-Redaktionsarbeit in der Bileam Perikope” donde señalaba:

En conclusión podemos afirmar la notable habilidad del narrador y la técnica de revisión teológica del redactor final, quien, con una formación tan artística de la tradición antigua y escrita, y en el espíritu de la religión profética, fue capaz de crear tal unidad a partir de diversos conceptos teológicos”.

El interés y, podríamos agregar, la fascinación que la historia de Balaam ha suscitado en la teología moderna se ha convertido en un lugar común desde las primeras décadas del siglo XX. Pakozdy participa de esa fascinación, del enamoramiento de los investigadores con una historia que por sus características la identifican como un relato único en el texto del Antiguo Testamento. El interés de Pakozdy y sus colegas en la extraordinaria aventura que se narra en Números 22-24 no tiene que ver exclusivamente con la maestría del estilo o la profusión de imágenes que sugiere el lenguaje poético intercalado en el texto. La perícopa, la historia de Balaam, se ha ganado un lugar por sí misma en el intrincado tablero de ajedrez en el que se ha convertido la interpretación teológica de la Biblia en los últimos ciento cincuenta años. Desde la popularización de la hipótesis documental por Wellhausen durante la segunda mitad del siglo XIX, la historia de Balaam se convirtió en un test case, un punto de inflexión para probar – así lo veían los partidarios de Wellhausen – la teoría de que el Antiguo Testamento no tiene ningún origen divino o sobrenatural en el sentido que se había creído tradicionalmente, sino que es más bien el producto de la convergencia de diversas creencias religiosas que se desarrollaron entre los israelitas a lo largo de varios siglos (para una revisión de la teoría wellhausiana ver nuestro número de 2011).

Con todo lo interesante que tiene de por sí lo que nos digan Wellhausen y sus discípulos sobre Balaam, nuestro interés por ahora va por otro lado. En lo que sigue nos centraremos en la interpretación de Pakozdy por la particularidad del tratamiento que concede a los nombres de Dios en la historia, tratamiento que probablemente sea único en su tipo. Comencemos por aclarar que Pakozdy es un convencido partidario de la interpretación a lo Wellhausen, cuestión que de entrada coloca a este teólogo húngaro muy a la distancia de las preferencias doctrinales de los evangélicos latinoamericanos, puesto que para nosotros sus presupuestos teológicos no pueden ser más lejanos a la visión que tenemos de la Biblia. Empero, ello no es obstáculo para que nos demos un tiempo en revisar la extraña y novedosa interpretación que hace Pakozdy de los nombres de Dios en la saga de Balaam. Dado que el asunto gira en torno a una cuestión de nombres, valdrá la pena esquematizar cuáles son exactamente los nombres que emplea el autor de la historia para referirse a la divinidad.


Von Pakozdy inicia su recorrido por los nombres de Dios reparando en el uso del nombre Elohim, vocablo empleado con una significación muy amplia en el antiguo Testamento, pues sabemos que se usa para referirse a Dios, o en general a quienes detentan poder, real o figurado, personas tales como autoridades o jueces, e incluso otros dioses. Los ejemplos abundan.

Además de esto escribió cartas en que blasfemaba contra Jehová (Yahvé) el Dios (Elohim) de Israel, y hablaba contra él, diciendo: Como los dioses (Elohim) de las naciones de los países no pudieron librar a su pueblo de mis manos, tampoco el Dios (Elohim) de Ezequías librará al suyo de mis manos”. 2 Crónicas 32:17.

Estas palabras son atribuidas a Senaquerib, rey de Asiria, cuando sus fuerzas merodeaban Jerusalén y pretendía atemorizar a los defensores para inducirlos a rendirse. Aquí vemos cómo indistintamente Elohim se usa para referirse al Dios de Israel y a los dioses paganos. Pero hay incluso otro pasaje más revelador y hacia el cual Pakozdy llama nuestra atención acerca del uso de este nombre.

Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl diciendo: ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses (Elohim) que suben de la tierra”. 1 Samuel 28:12-13.

Pakozdy se detiene sobre el uso de Elohim en este célebre pasaje donde Saúl consulta a la adivina de Endor. El pasaje indica claramente que Elohim se usa aquí para representar espíritus de los muertos, probablemente demonios, seres espirituales venidos desde el otro mundo. Este hecho es fundamental, según Pakozdy, pues conecta a dos personas con reconocidas artes adivinatorias: la mujer de Endor y Balaam. Al igual que la mujer implicada en el episodio de Samuel, Balaam es un vidente, un adivino, cuyo negocio consiste – o al menos así el lo presenta a su público – en la capacidad de contactar con el mundo de los dioses, de los espíritus, el mundo de los muertos. Esta condición de los personajes le permite a Pakozdy tender un puente entre el texto de Samuel y el de Números. Lo que tenemos entonces, sostiene Pakozdy, es que el uso de Elohim en la historia de Balaam probablemente no se refiera a Dios, entendido como el Dios de Israel, sino más bien a un espíritu o demonio en particular por cuya intermediación Balaam procura entregar un mensaje divino, un lejano eco de una situación similar a la vivida por Saúl y la adivina de Endor. Así, pues, según Pakozdy, el uso de Elohim en la saga de Balaam no tiene que ver con el Dios hebreo sino con el espíritu/demonio que le confiere sus poderes adivinatorios.

Pakozdy desarrolla la historia de Balaam consiguientemente bajo el concepto de que Elohim es la referencia al espíritu/demonio en relación con Balaam. Al comienzo de la historia, en Números 22:8-13, donde Balaam se refiere obedientemente a Yahvé (Jehová), Pakozdy nos sugiere que el vidente podría haberse expresado de igual manera cualquiera fuera el dios involucrado en la petición del cliente, sólo que al presente el involucrado era Yahvé; lo que Pakozdy nos señala (cosa que por lo demás ha sido destacada por muchos otros autores) es que Balaam era un profesional de la adivinación, siempre dispuesto a prestar sus respetos al dios de turno con el que tuviera que tratar: así había sido en su vida hasta ahora y para él de seguro Yahvé era sólo otro dios más. Luego en el capítulo 22 cada vez que encontramos Elohim estaríamos – así sugiere Pakozdy – frente al diálogo entre Balaam y su espíritu/demonio:

22:9, “Y vino Elohim a Balaam…”

22:10, “Y Balaam respondió a Elohim…”

22:12, “Entonces dijo Elohim a Balaam…”

22:18, “… la palabra de Jehová mi Elohim…”

22:20, “Y vino Elohim a Balaam de noche…”

22:22, “Y la ira de Elohim se encendió porque él iba…”

22:38, “La palabra que Elohim pusiere en mi boca…”

Según este esquema, el espítitu/demonio de Balaam es quien tiene todos estos diálogos con el vidente, pero entre los versos 22 y 38 quien interviene es nada menos que el ángel de Yahvé, que está airado contra Balaam por su actuar. Lo que el pasaje nos diría es que obviamente Yahvé, el verdadero Dios de Israel, es mucho más poderoso que el espíritu que consulta Balaam. Pakozdy cree hallar apoyo a esta distinción entre Yahvé y el demonio en las distintas órdenes que indican a Balaam: el Elohim de Balaam le ordena obediencia en su conducta (22:20, “pero harás lo que yo te diga”), mientras que Yahvé le prescribe obedecer a sus palabras (22:35, “la palabra que yo te diga, esa hablarás”).

En 23:1-10 continua y escala la tensión en la que crecientemente se ve envuelto Balaam. El vidente procura el encuentro con su Elohim (23:4, “Y vino Elohim al encuentro de Balaam”), pero quien finalmente vuelve a intervenir y a controlar todo es Yahvé, el Dios de Israel (23:5, “Y Jehová puso palabra…”).

Balac, el rey de Moab, inquieto por las continuas bendiciones que Yahvé obliga a pronunciar a Balaam, interviene para que el vidente vuelva a conectarse con su Elohim:

Y dijo Balac a Balaam: Te ruego que vengas, te llevaré a otro lugar; por ventura parecerá bien a Dios (Elohim) que desde allí me lo maldigas”. Números 23:27.

Sin embargo, a estas alturas, sostiene Pakozdy, Balaam ya ha entendido que no es posible maldecir a Israel y resistir la voluntad de Yahvé, sencillamente transmite su mensaje.

Cuando vio Balaam que parecía bien a Yahvé que él bendijese a Israel, no fue, como la primera y segunda vez, en busca de agüero…” Números 24:1.

La ingeniosa reconstrucción que hace Pakozdy de los diálogos de Balaam y de los diferentes nombres de Dios usados en el relato, debe ser probablemente único en su tipo, en el sentido de identificar a este Elohim como el espíritu intermediario del vidente Balaam y distinto de Yahvé, el Dios de Israel. Aunque hay buenas razones para creer que existen otras mejores interpretaciones para el pasaje que la presentada ingeniosamente por Pakozdy, la imagen que dibuja de la historia es sugerente y hasta entretenida. En cualquier caso, es una buena excusa para repasar la narración del elusivo y enigmático vidente venido desde Mesopotamia y al que la Biblia dedica tres largos capítulos, llenos de valioso contenido poético y profético, no sólo para la discusión doctrinal – a la que nos invita el tratamiento de Pakozdy – sino también para estudiar otras dimensiones de la Biblia en relación con su contexto histórico y cultural. El lector podrá aquilatar en futuras reflexiones la veta casi inagotable de estudio e interpretación que la historia de Balaam el vidente sigue sugiriendo hasta nuestros días.

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