viernes, 9 de diciembre de 2011

Navidad apocalíptica


En Historias de Navidad – ver diciembre 2010 – estudiábamos las distintas posibilidades que se han postulado a lo largo de los siglos para explicar el fenómeno de la estrella de Belén. Entre esas posibilidades astronómicas (meteorito, cometa, supernova, conjunción planetaria, conjunción planeta – estrella), nos parecía que las dos últimas presentaban aspectos que en parte explicarían la historia de la famosa estrella, pero concluíamos también que era muy difícil ser taxativos al respecto, pues subsisten aún demasiadas dudas y dificultades como para pretender dar por resuelto el misterio que rodea a la estrella de Belén. En esta ocasión retomaremos esa discusión, pero considerando otros fenómenos astronómicos que se presentaron cerca del tiempo del nacimiento de Cristo y que son objeto de otras interpretaciones un poco más “locas”, que conectan la lectura de pasajes del Nuevo Testamento con lo que pasaba en los cielos de Jerusalén. De las posibles explicaciones astronómicas para la estrella de Belén, una particularmente atractiva por su simbolismo es la conjunción entre Júpiter y la estrella Regulus. Resumiremos en lo que sigue los aspectos principales de esa conjunción (el lector puede consultar el detalle en el artículo citado):
  • Entre los años 3 AC y 2 AC Júpiter y Regulus tuvieron tres conjunciones, producto del movimiento retrógrado del planeta (aproximadamente septiembre del 3 AC, febrero-marzo del 2 AC y mayo del 2 AC).
  • El planeta Júpiter tenía un simbolismo real para los pueblos del cercano oriente, de donde procedían los magos.
  • El mismo simbolismo se le atribuía a la estrella Regulus, la más luminosa de la constelación de Leo, el León
  • La conjunción entre el planeta Rey y la estrella real de Leo debe haber sido un fuerte símbolo de realeza, de monarquía, para los magos.
  • Dada la larga estadía de los judíos en Mesopotamia, podemos asumir también que la identificación del León con Judá y en especial con el Mesías, bien pudo haber estado en conocimiento de los magos.
  • Para los magos, que suponemos eran entendidos en las prácticas astronómico-astrológicas del medio oriente, lo anterior debe haber transmitido un fuerte simbolismo.
La breve reseña anterior nos da pistas para conjeturar que la conjunción entre Júpiter y Regulus es un posible candidato para despertar la curiosidad y el interés de los magos, a los que suponemos expertos en la interpretación del simbolismo de los astros. Hasta aquí el repaso, veamos ahora qué es lo nuevo que podemos agregar a nuestro estudio y que hipotéticamente podría reforzar esta interpretación.

La teoría “loca” a la que aludimos antes tiene que ver con una cierta interpretación del texto del Nuevo Testamento, en particular del Apocalipsis y el relato de Mateo. Veamos primero el pasaje del Apocalipsis.

Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando en cinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento… Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono”. Apocalipsis 12:1-5.

No hace falta ser un entendido en teología para leer el texto del Apocalipsis como una descripción del nacimiento de Jesús, el Mesías de Israel: una mujer en cinta, dolores de parto, un bebé perseguido, un niño que regirá a las naciones. Todo calza perfectamente con el relato de los evangelios, de modo que la mujer en cinta sería María y el hijo que nace, Jesús, el Hijo de Dios. Lo que sea el dragón que amenaza al recién nacido es motivo de polémica: unos creen que se trata de Herodes, otros que de Satanás (desde nuestro punto de vista, la interpretación más consistente con el resto del Apocalipsis). En cualquier caso, hasta aquí la interpretación doctrinal. Ahora comenzamos a desplegar la interpretación “astronómica” del texto citado. Hay quienes ven en el pasaje anterior más que un mero discurso profético-teológico; según este punto de vista, el lenguaje figurado del autor del Apocalipsis en realidad esconde pistas que describen el momento del nacimiento del Mesías, algo así como una descripción encriptada del día (o la noche) que nació Jesús. Veamos cómo esta teoría desmenuza el texto del Apocalipsis.

Una mujer vestida del sol”. En septiembre del año 3 AC el sol comenzó su transitar por la constelación de Virgo, la Virgen, donde permaneció hasta los primeros días de Octubre. Según esta teoría, la críptica frase de Apocalipsis describe en realidad la situación del cielo sobre Judea para cuando nació Jesús, es decir, el momento del año cuando el sol pasa por la constelación de Virgo.




“… con la luna debajo de sus pies”. Precisamente la luna se desplazó por la constelación de Virgo de modo tal que hacia el 11 ó 12 de septiembre del 3 AC – al ponerse el sol por el cielo del oeste – se podía ver el disco lunar tenuemente iluminado por el sol, marcando la luna nueva, el inicio del mes de Tishri del calendario hebreo.




Resumiendo, a comienzos de septiembre del 3 AC, los magos habrían visto una señal extraordinaria: mirando hacia el este, un par de horas antes de la salida del sol, Júpiter, el planeta Rey, se acercó a Regulus, la estrella rey de la constelación de Leo. Para mediados de ese mes, prácticamente Júpiter y Regulus estaban en conjunción. ¿Qué significaba esto? Los magos, expertos en la lectura de los movimientos de los astros y en su interpretación, deben haber reparado en el lugar específico donde se produjo la conjunción: la constelación de Leo, el León. ¿Asociaron los magos al León con Judá? Probablemente, pues los judíos vivían en Mesopotamia desde el siglo VI AC, así que el lenguaje mesiánico hebreo, aquello del León de Judá, perfectamente pudo haber sido de su conocimiento. Que esta señal apuntaba a algo especial lo confirma – según esta teoría – el simbolismo de la constelación de Virgo y la posición del sol y la luna según la descripción de Apocalipsis 12. Los magos, convencidos de que algo ocurrirá en Judea, emprenden viaje para allá. Nueve meses más tarde, en Junio del 2 AC, cuando los magos llegan a Judea, se encuentran con otra extraordinaria conjunción, la de Júpiter y Venus. Como lo indicáramos antes, en mayo del 2 AC Júpiter deja atrás la estrella Regulus y a mediados de Junio de ese año tiene lugar la conjunción Júpiter- Venus (más específicamente entre el 15 y 18 de junio del 2 AC). Así, pues, la conjunción Júpiter-Regulus de septiembre del 3 AC habría puesto sobre aviso a los magos de que algo ocurriría en Judea y nueve meses más tarde (periodo que ocuparía el embarazo de María) los magos llegan a Jerusalén justo cuando otra notable conjunción (entre Júpiter y Venus) sería visible en las primeras horas después del ocaso, con una luminosidad que debió haber sido muy intensa y que podría explicar, por lo tanto, la estrella de Belén.

Hasta aquí la teoría, ahora la crítica. Así expuesta, la teoría suena sorprendente y cautivante: una notable sucesión de eventos astronómicos en que intervienen planetas y estrellas, una casta de sofisticados sabios orientales (los magos) y una críptica cita del Apocalipsis relativa a la virgen y al niño. El conjunto bien calificaría para una novela al estilo de “El Código da Vinci”. No se puede desconocer que, por así decirlo, hay muchos flancos abiertos en la historia que rodea a la estrella de Belén, por ejemplo en esos elusivos personajes que son los magos, sabios orientales – presumiblemente de Mesopotamia o Persia – que por cierto deben haber sido versados en la ciencia astronómico-astrológica milenaria en aquellas latitudes. Pero hagamos la tarea más fácil, dejemos de lado de momento los aspectos más complejos y volquemos la atención a lo que nos es más familiar. En este sentido, la crítica de la teoría encuentra terreno más firme cuando examinamos el pasaje de Apocalipsis 12. La identificación de la virgen de 12:1 con la constelación Virgo es prodigio de imaginación; sin embargo, su base escritural es casi nula. Hay que dar por descontado que el libro del Apocalipsis es uno de los de mayor complejidad en lo que a interpretación se refiere, pero también es cierto que hay ciertos principios básicos que cualquier estudiante puede manejar. Entre lo más elemental, hay que consignar que el autor del libro – a nuestro entender el apóstol Juan, pero en lo que hace a nuestro análisis no cambia mucho las cosas si no lo fuera – pretende ser consistente con la herencia profética de sus antecesores hebreos, es decir, si queremos escudriñar la profecía del Apocalipsis, haremos bien en revisar los patrones que definen a la profecía hebrea clásica, la que hallamos en el Antiguo Testamento. Pues bien, si nos diéramos el trabajo de repasar los escritos de los profetas hebreos, incluso sólo de aquellos citados o aludidos en el Apocalipsis, se nos haría evidente que no existe ningún antecedente del uso de imágenes zodiacales como simbolismos del lenguaje profético, lo que a su vez es bastante consistente con el inveterado rechazo del judaísmo a las prácticas astrológicas. Si el autor del Apocalipsis pretendía entregar su mensaje en línea con la tradición e imaginería profética del Antiguo Testamento – cosa de la que sí tenemos bastante certeza – entonces la introducción de una imagen zodiacal (la constelación de Virgo) en el relato de Apocalipsis 12 nos pondría frente a un quiebre profundo con el lenguaje del profetismo antiguo. Aunque es cierto que existen alegatos de usos astrológicos en el lenguaje bíblico – que por su naturaleza caen fuera de nuestro tema por ahora – lo cierto es que el uso de una constelación zodiacal en medio del texto del Apocalipsis se nos presenta como inconsistente con el formato de la comunicación profética veterotestamentaria (con la que el autor del Apocalipsis parece comprometido) y además provocaría un quiebre profundo con el mismo texto del Apocalipsis restante. En suma, no podemos pronunciarnos categóricamente en relación con los aspectos propiamente astronómicos de la teoría (si la estrella de Belén corresponde o no a una conjunción, o el papel de los planetas y estrellas que señala la teoría), pero lo que sí podemos descartar casi con certeza es la identificación de la virgen de Apocalipsis 12 con una constelación zodiacal. Una vez más, la historia que rodea a la estrella de Belén sigue envuelta en el misterio.

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