domingo, 19 de noviembre de 2017

Un Catálogo Histórico: de los Hippies a los Hackers






En todo el mundo Silicon Valley encarna el poder irresistible y casi omnímodo de la tecnología de punta de nuestros días; pero hace cincuenta años no existía como tal. ¿Cómo explicar este ascenso meteórico en tan corto tiempo? ¿Y qué importancia tiene esta historia para el mundo cristiano? Para entender la génesis de Silicon Valley debemos remontarnos a la posguerra, a la situación que enfrentaba Estados Unidos tras el fin de la segunda guerra mundial. A partir de ese momento hay cinco factores importantes a considerar, a saber: la Guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética; el surgimiento de la cibernética; la contracultura de los años sesenta; las diferencias culturales entre la costa este y oeste de los Estados Unidos; y el desarrollo de la industria de los computadores.

La Guerra Fría, como muchos recordarán, es el resultado del nuevo orden internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial por las dos superpotencias vencedoras, Estados Unidos y la Unión Soviética. La rivalidad entre ambos poderes se expresó sobre todo en el campo militar, con una sostenida carrera armamentista, alimentada a su vez por una intensa competencia científica y tecnológica, orientada a potenciar la capacidad bélica de cada nación. La enorme presión para sostener y superar esta competencia con la Unión Soviética llevaría a una fuerte inversión pública del gobierno norteamericano en las áreas militar, científica y tecnológica durante la segunda mitad del siglo XX. Tanto el gobierno central en Washington como las instituciones estatales y militares, en alianza con universidades, empresas y centros de investigación, llevaron adelante programas de cientos y miles de millones de dólares para desarrollar tecnología que ayudara a la nación a contrarrestar el "peligro rojo", la amenaza comunista.

Ahora bien, una cosa es tener los recursos y las armas para enfrentarse con un adversario, otra distinta es adaptar la vida cotidiana para vivir bajo la amenaza de un potencial ataque nuclear. Y es que desde la década del 50 los estadounidenses tuvieron que convivir con la posibilidad de un ataque soviético con armas nucleares que podría destruir ciudades enteras y provocar la muerte de millones de personas. Aunque el manejo de la energía atómica fue un logro científico y tecnológico sin precedentes, la imagen del hongo atómico resultaba al mismo tiempo escalofriante. Esta sensación de temor ante el espectro de una devastación total era tan vívida que quedó plasmada, por ejemplo, en el cine y la música del periodo de la Guerra Fría. Además, las noticias del día a día recordaban al ciudadano de a pie que se vivían tiempos peligrosos. Sin duda, el mejor ejemplo en tal sentido corresponde a la célebre "crisis de los misiles" (octubre 1962) y que tuvo a Cuba en el centro de la noticia.

Como si todo esto fuera poco, la guerra volvió a tocar la puerta de Estados Unidos, en 1950 en Corea y a la década siguiente en Vietnam. En este último caso, el trabajo de la prensa inundó los hogares norteamericanos con las dolorosas imágenes de la guerra en la selva y los pueblos de Vietnam. Tristemente las víctimas no eran sólo soldados norteamericanos o combatientes del Vietkong; eran en su mayoría civiles - niños, mujeres y ancianos - expuestos a una violencia brutal. Las filmaciones y fotografías de las bombas de napalm quemando a la gente y arrasando con la vegetación resultaban particularmente chocantes. 

Todo esto alimentó un creciente sentimiento de crítica y alienación en diversos sectores de la población norteamericana. Esa alienación era el producto de la amenaza nuclear durante la Guerra Fría, pero también del despliegue de la capacidad de destrucción del complejo tecnológico militar estadounidense. Vemos aquí, entonces, las semillas de una creciente crisis con respecto al significado y el sentido del desarrollo tecnológico. Cuando en los años 50s el presidente Dwight D. Eisenhower acuña el concepto del "complejo militar - industrial", refiriéndose por tal a la alianza entre la gran industria tecnológica y el Pentágono, va a marcar sin saberlo el tipo de estructura tecnocrática y belicista que para muchos jóvenes señala un punto de inflexión, el tipo de desarrollo y país del que no se sienten ni quieren ser parte. 

El término "counterculture" (contracultura) fue acuñado por el historiador estadounidense Theodore Roszak y popularizado en su libro "The Making of the Counterculture" (1969). Aunque publicado al final de una era, el término contracultura sintetiza muy bien la convulsionada década de los 60s. El término alude a una profunda transformación cultural que afectó a Estados Unidos en aquellos años y que tenía un componente fuertemente generacional. A comienzos de la década del 60, el país era abrumadoramente joven: casi la mitad de la población tenía menos de 25 años. Estamos hablando del fenómeno "Baby boomers". Los niños nacidos después de la Segunda Guerra Mundial se habían transformado en la juventud de los años 60s y esa juventud alimentó una creciente sospecha y rechazo respecto a las tradiciones de sus padres. Los jóvenes cuestionaron las creencias morales, religiosas, sociales y políticas de sus familias y buscaron sustitutos tanto en el plano personal como colectivo. Irónicamente estos jóvenes eran en su mayoría hijos de la clase media con acceso privilegiado a la educación y la universidad, pero precisamente rechazaban todo lo que representaba la clase media tradicional norteamericana, a los que despectivamente se referían como "9 to 5", es decir, empleados que cumplían jornada laboral desde las 9 am hasta las 5 pm y que el resto del tiempo lo dedicaban al consumo. Esa combinación de trabajo de oficina y consumo era anatema para los jóvenes, porque estaba asociada a las grandes compañías, que según ellos usaban las tecnologías de producción masiva para hacer creer a la población que se podía ser feliz en una vida de consumo.

Ahora bien, la juventud contracultural no era en lo absoluto un movimiento homogéneo y unificado. Aquí se distinguen dos grandes grupos: los hippies y la New Left o Nueva Izquierda. Esta última adoptó la estrategia común hasta nuestros días de la protesta activa, las pancartas, las marchas en las calles, el ataque al "establishment" político y los choques con la policía. Sus líderes denunciaban la corrupción de Washington, el Congreso, el Pentágono y las grandes corporaciones industriales y tecnológicas, y condenaban vehementemente la guerra en Vietnam. La New Left agrupó a estudiantes y profesionales jóvenes y tal vez el peak de su acción quedó plasmado el 4 de mayo de 1970 en el enfrentamiento con la policía en la Kent State University (Ohio) que terminó con cuatro estudiantes muertos. Dentro de la New Left cabe destacar otros tres grupos: "Science for the people", científicos de izquierda donde destacaba, por ejemplo, el célebre paleontólogo Stephen Jay Gould; el "Free Speech Movement", de corte universitario (¿cómo no recordar a Mario Savio en Berkeley?); "Students for a Democratic Society" (SDS), también universitaria.

Otro mundo aparte era el de los hippies. En rigor, para muchos expertos los hippies eran la verdadera contracultura. Por cierto, el contraste entre los hippies y la New Left no podía ser más fuerte. Si bien ambos grupos compartían un rechazo a la sociedad de su época, a la élite política y al mundo de las grandes compañías y el gran capital, sus métodos y cosmovisión - por así decirlo - eran muy diferentes. Donde la New Left privilegiaba el típico activismo político, los hippies hicieron un giro hacia el mundo interior, hacia la introspección personal. Aun cuando a veces marchaban por las calles si era necesario, en general y a diferencia de la New Left los hippies descreían de la política: no creían que la política o los políticos fueran la solución a sus problemas. De hecho, alimentaron más bien una profunda desconfianza hacia los políticos profesionales. Los eslóganes del hipismo eran también bastante esclarecedores: "Peace and love" (paz y amor), "Make love, not war" (haz el amor, no la guerra), "Don't trust anyone over 30" (No confíes en nadie mayor de 30). Eran apelaciones al mundo joven y a un cambio personal, con las flores como símbolo de paz ("flower boys, flower girls, flower revolution"). El cambio también era estético: la ropa se convirtió en una declaración de principios, algo así como "eres lo que te pones encima". Desde el vestuario los hippies marcaron distancia con la clase media de la que eran hijos: mientras sus padres vestían formal y usaban corbata, los hippies preferían la ropa multicolor y en particular las jardineras, asociadas a los obreros y la población rural. De su amor por la naturaleza algunos transitaron fácilmente hacia el nudismo, después de todo, ¿qué puede ser más natural que el cuerpo desnudo? Y en una atmósfera así de relajada el sexo brota espontáneamente; aunque no un fenómeno generalizado, el "free love" o amor libre tuvo varios adeptos entre el movimiento, al igual que las drogas, aunque esto lo veremos más adelante. Así llegamos a la estampa típica de los hippies de los 60s: los hombres con larga cabellera, muchas flores sobre las cabezas y las ropas y casi todos vistiendo colores alegres y chillones.

En la introducción inicial comentamos que un factor a tener en cuenta era la diferencia cultural entre la costa este y oeste del país. En los 60s esa diferencia se hizo nítida: el movimiento hippie surgió y se desarrolló en San Francisco, California. Específicamente el barrio Haight Ashbury se convirtió en la capital nacional del hipismo, algo así como la "Nueva Jerusalén" de la utopía hippie. Cientos y miles de jóvenes de todo el país se congregaron allí para vivir su sueño de libertad total. Hasta los Beatles peregrinaron a Haight Ashbury para empaparse del espíritu de la contracultura. El himno del San Francisco hippie – San Francisco (be sure to wear some flowers in your hair), de Scott Mackenzie - captura muy bien los sueños y la atmósfera contracultural de la época.

En todo caso, si de música se trata, la banda icónica que identifica la contracultura de Haight Ashbury en los sesenta es, sin duda, "The Grateful Dead". Exponente del rock psicodélico o rock ácido, durante tres décadas sus seguidores (conocidos como Deadheads), transformaron sus conciertos en experiencias místicas inspiradas, entre otras, en letras religiosas, incluso con algunas alusiones bíblicas. Si a estas alturas Ud. se pregunta qué tiene que ver todo esto con el tema de tecnología y religión, aquí un dato: durante años Apple, el gigante computacional, repartió entre sus empleados entradas para asistir a los conciertos de la banda. ¿Apple y el rock ácido? ¿Tecnología y psicodelia? El lobo asoma las orejas. En apariencia un dato baladí ¿verdad? Pero la desconocida relación entre tecnología y religión abunda en detalles así y sin embargo su importancia se hará manifiesta a medida que avance esta historia. 

El movimiento hippie está ahora en su clímax, la utopía de la libertad total parece al alcance de la mano. Pero, claro, nada es para siempre, menos tratándose de una utopía. En la segunda parte de este tema veremos qué pasa con los hippies y cómo estos hechos marcan la relación entre Silicon Valley y lo espiritual.





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