Peter Andreas Thiel. Es probable que el
nombre no le diga mucho por ahora, pero después de leer los próximos párrafos
seguramente será uno que no le dejará indiferente.
El señor Thiel nació en 1967 en la entonces
Alemania federal (occidental) y en sus primeros años su familia - sus padres y
su hermano Patrick - peregrinaron por varios países hasta establecerse en
Estados Unidos. El joven Thiel se educó en la prestigiosa universidad de
Stanford, una de las más importantes del mundo. Su vida profesional en las
leyes dio paso a una fructífera actividad en los negocios hasta fundar, junto a
un joven inmigrante ucraniano, Max Levchin, la empresa que lo convertiría en
multimillonario: PayPal. Thiel demostró asimismo gran habilidad como
inversionista, anticipando el estallido de la burbuja "punto com" en
2000 y colocando inteligentemente su dinero en nuevos emprendimientos de
Internet, siendo quizás su mayor acierto los 500.000 dólares que invirtió en
2004 en un desconocido joven de Harvard de nombre Mark Zuckerberg y un proyecto
llamado Facebook. La nueva crisis de 2008-2010 también afecto a Thiel, quien
perdió varios millones, pero eso no le restó de seguir financiando empresas y
proyectos en campos tan variados como nanotecnología, investigación espacial y
el mercado de los derivados de la marihuana. Lo cierto es que si de negocios se
trata, como apuntaba George Packer en un artículo en el New Yorker en 2011,
"he must be the most successful
technology investor in the world" ("debe ser el más exitoso
inversionista en tecnología en el mundo").
Pero el señor Thiel no es sólo un hombre más
de negocios. En el estrecho mundillo de la selecta élite de los magnates de
Silicon Valley Thiel es considerado algo así como el "filósofo" del
club. Muy temprano, desde sus primeros días de estudiante en Stanford, Thiel se
identificó como "libertario", lo que en el lenguaje político
norteamericano quiere decir un liberal clásico. Para hacerse una idea, entre
sus gustos está Ayn Rand, la ruso-norteamericana considerada por muchos una
extremista de derecha. En "Atlas Shrugged" Rand describe su visión
del futuro del mundo libre como pendiente de una pequeña élite de exitosos
empresarios. Si tenemos presente que desde temprana edad Thiel fue considerado
un niño prodigio y que su inteligencia es reconocida por amigos y enemigos, resulta
comprensible la identificación de Thiel con el llamado de Ayn Rand a los
capitalistas más capaces para salvar al mundo. Y tal parece que lo de súper
héroe se lo tomó en serio, abanderándose públicamente con Donald Trump y siendo
el penúltimo orador en la pasada convención republicana antes del candidato (foto superior).
Una rebeldía más del señor Thiel, habida cuenta que la casi totalidad de sus
pares de Silicon Valley están alineados con Hillary Clinton.
Pero contradicción y rebeldía es lo suyo.
Hijo de padres evangélicos, Thiel se ha reconocido cristiano en algunas
entrevistas, si bien ha tenido dificultades en armonizar esa identidad con el
reconocimiento público de su homosexualidad en años reciente. (He aquí otra
contradicción: ¿un homosexual apoyando al candidato republicano?). Al parecer
halló la solución en la lectura del filósofo, antropólogo y escritor francés
Rene Girard (1923-2007) y sobre todo en su libro "Things Hidden Since the Foundation of the World" (1978),
texto que Thiel leyó en sus años de estudiante ("an intimidating
book") y a partir del cual construyó su propia teología y una heterodoxa
visión del cristianismo.
De vuelta en Silicon Valley, dos palabras
resumen mejor que nada el espíritu del lugar: risk (riesgo) y disruption
(alteración, entendida aquí en un sentido creativo, positivo). A su vez, dos
proyectos ambiciosos encarnan el compromiso de Thiel con ambas ideas.
"Seasteading" es el proyecto que pretende crear islas artificiales en
aguas internacionales que, por estar así libres de la tutela de cualquier
estado nacional, cumpliría el anhelo de crear un estado plenamente libertario,
el tipo de estado soñado por Thiel. Pero el segundo proyecto es por lejos el
más sorprendente de todos: la extensión de la vida. Peter Thiel ha invertido
millones de dólares en jóvenes emprendimientos de científicos y laboratorios
que buscan extender la esperanza de vida. Así, por ejemplo, en 2006
colocó 3.5 millones de dólares en "The Methuselah
Foundation" (Fundación Matusalén), cuyo objetivo es combatir el envejecimiento
y extender la longevidad humana. ¿Hasta cuánto? Las opiniones varían: algunos
creen posible hasta 120 años, otros hablan de 150 años. Pero Thiel es más
ambicioso: lo suyo es la inmortalidad. Si no lo cree vea lo que declaró al
Washington Post el 3 de abril de 2015:
"I've always had
this really strong sense that death was a terrible, terrible thing. Most people
are in some weird mode of denial and acceptance about death, but they both have
the result of making you very passive. I prefer to fight... I think it is
against human nature not to fight death".
"Siempre he tenido este sentimiento
realmente fuerte de que la muerte es algo terrible, terrible. La mayoría de las
personas están en algún extraño modo de negación y aceptación acerca de la
muerte, pero ambos tienen el resultado de hacernos muy pasivos. Yo prefiero
luchar... Creo que es contrario a la naturaleza humana no combatir a la
muerte".
Luchar aquí significa vencer, sobreponerse a
la muerte, o sea, no morir. ¿Ciencia ficción? Es verdad que Thiel es un gran
aficionado a las historias fantásticas y a la ciencia ficción: ha bautizado
varias de sus empresas (Palantir, por ejemplo) a partir de nombres de "El
Señor de los Anillos", uno de sus libros predilectos desde la infancia.
Pero en esta pasada el magnate habla en serio: el señor Thiel no quiere morir.
O cuando menos espera que la ciencia y la tecnología le ayuden a llegar a la
edad de Moisés, unos 120 años para empezar. Para tal fin consume pastillas que
retardan el envejecimiento de los huesos y planea probar la promisoria
(¿riesgosa?) técnica de parabiosis, es decir, inyectarse sangre de gente joven
que supuestamente ayudaría a regenerar células y rejuvenecer, o así al menos
indican pruebas hechas con ratones en laboratorio. Si todo eso falla apuesta a
que la crioconservacion preserve su cuerpo hasta que pueda ser descongelado en
el futuro.
Como se ha repetido tantas veces, la realidad suele superar a la
ficción. Lo que suponíamos un reducto de la entretención cinematográfica o algo
propio de la imaginación folclórica o del mundo de las leyendas, la
inmortalidad humana, ahora es parte de la agenda actual. Quizás tanto o más
increíble aún es que quienes están detrás de esa búsqueda, hombres como Peter
Thiel, sean personas educadas y poderosas, los multimillonarios que construyen
la nueva súper civilización digital de Silicon Valley. Tampoco deja de ser toda
una ironía que Matusalén, epítome de los patriarcas bíblicos de larga vida que
la ciencia consideraba cuentos de hadas, ahora preste su nombre a una de esas
iniciativas que, ciencia y tecnología mediante, promete hacernos vivir por
siglos (o milenios). ¿Vencer a la muerte? ¿Vivir para siempre? ¿Inmortalidad
terrenal? Tal vez, el día que, como sucede a todos los humanos, Peter Thiel finalmente
se encuentre con la muerte, ésta lo salude con esa vieja y sabia frase: "Y
de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y
después de esto el juicio". Hebreos 9:27.
Crédito imagen:
http://www.nbcnews.com/feature/nbc-out/openly-gay-libertarian-tech-entrepreneur-peter-thiel-speak-rnc-n614191
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