martes, 31 de mayo de 2016

Diversidad y Anti Protestantismo: el caso de la televisión chilena (II)





Como comentábamos en el último artículo, la reciente explosión de la homosexualidad en la televisión chilena forma parte de un reclamo de sectores culturales y políticos del país. El argumento es que debemos defender la homosexualidad porque representa parte de la “diversidad” de la nación. Pero como consignábamos entonces, lo que esos sectores entienden por “diversidad” y su celo por reivindicarla y defenderla resulta sesgado cuando se compara el trato dado a homosexuales y evangélicos en la pantalla chilena.  En general nuestros productores, actores, guionistas y directores del arte televisivo funcionan a la vez bajo un esquema pro homosexual y anti protestante, independientemente de que sean o no conscientes de ello. Dicho en otras palabras, su concepto de la diversidad del país es muy generoso con los homosexuales pero hostil con el mundo evangélico. Se trata de un sesgo que no es exclusivo de la televisión; no es pura casualidad que en películas recientes – como “Joven y Alocada” (2012) – la escenificación del mundo evangélico siempre sigue el patrón negativo: los evangélicos son malas personas. ¿Por qué nuestra elite – ferviente defensora de la diversidad sexual – es tan hostil a la diversidad religiosa representada por el protestantismo?
Para responder a estas cuestiones hay que bucear profundamente en la historia latinoamericana. Y es que el Imperio Español era una empresa político-religiosa, a la vez hispánica y católica. En el esquema de los albores del siglo XVI, cuando surge este imperio, eso significó definir y defender la identidad nacional en términos de la catolicidad: lo que no es católico no es parte de la comunidad, es ajeno a ella. Para decirlo simplemente:

Identidad = catolicidad

Esta ecuación fundamental explica la naturaleza profundamente anti protestante y anti semita del imperio español, pues evidentemente herejes y judíos estaban fuera de la catolicidad. Se trata de una ecuación que, detalles más o menos, se ha mantenido firmemente en pie desde la colonia hasta nuestros días. ¿cómo afecta esta ecuación a nuestra elite chilena, incluida por cierto nuestra elite artística y cultural?
La elite chilena, su clase dirigente cultural, política y económica, ha sido forjada en su mayoría por instituciones eclesiásticas católicas, cuestión que también es herencia de la colonia. Incluso en los sectores más apartados del catolicismo – el marxismo local por ejemplo – sus cuadros dirigentes o bien han pasado por la educación católica o bien entienden el cristianismo en términos del catolicismo. Visto así, no es extraño que en Chile se pueda ser marxista y católico, capitalista y católico, sindicalista y católico, homosexual y católico… pero no se puede ser evangélico y católico. El protestantismo es irreducible al catolicismo. Lo mismo pasa con el judío. Para que la ecuación de identidad latinoamericana se mantenga en pie debe asimilarse de alguna manera al catolicismo, pero con religiones extrañas ese ejercicio no es posible. Por tal razón el evangélico, al igual que el judío, sigue siendo un alienígena en América Latina, un extraño por definición, un punto que se escapa a la ecuación de nuestra identidad hispánica y católica. En cierto sentido, el texto que publicó en 1941 el hoy célebre Alberto Hurtado – “¿Es chile un país católico?” – es una vuelta retórica sobre la misma cuestión, casi como si el sacerdote jesuita preguntara: ¿Es chile un país con identidad? Porque en este esquema perder la catolicidad es perder la identidad.

La elite cultural y artística de Chile, en este análisis los productores, directores, actores y guionistas de la televisión y el cine chilenos, exhiben una extraordinaria empatía por la diversidad sexual del país (homosexuales), pero un soterrado rechazo hacia la diversidad religiosa (evangélicos). La raíz de este sesgo y a la vez de su distorsionada comprensión del término “diversidad” no es sino la recreación una y otra vez, en televisión y en cine, de un viejo patrón cultural e histórico inculcado en estas tierras durante los largos siglos de la dominación colonial: el anti protestantismo español. Así las cosas, tal parece que hoy en día hay diversidad y diversidad, o será que, como el viejo chiste de que algunos somos más iguales que otros,  también algunos somos más diversos que otros.

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