martes, 29 de marzo de 2016

Diversidad y antiprotestantismo: el caso de la televisión chilena



En los últimos años ha habido una creciente explosión de relatos homosexuales en la TV chilena. Específicamente en lo que dice relación con producciones de ficción – telenovelas – los canales de TV abierta han incorporado guiones y personajes homosexuales ya sea en roles principales o secundarios, tanto masculinos como femeninos. En casi todos los casos el personal involucrado – guionistas, productores, directores, actores – ha reforzado esa puesta en escena con el discurso de la “diversidad sexual”, es decir, que por medio de esa representación se quiere contribuir a educar a la población sobre la importancia de la diversidad sexual y familiar, así como la integración y aceptación de las “minorías sexuales”. Con este trasfondo se entiende que casi siempre los personajes homosexuales aparezcan bajo una luz positiva, como caracteres simpáticos o vulnerables, de modo de atraer el favor de la audiencia.

Esta tendencia televisiva que, detalles más o menos, es común a varios países de América latina, es muy importante precisamente por el argumento de la “diversidad”, esto es, por el compromiso de la televisión a mostrar respetuosamente a los distintos integrantes de la sociedad, con el ánimo de valorar la pluralidad moderna. Visto desde una perspectiva evangélica el asunto no puede ser más llamativo porque resulta que la diversidad latinoamericana no se agota en el tema sexual, la diversidad adopta muchas formas, entre ellas también la diversidad religiosa. ¿Qué sucede con la diversidad religiosa en la TV? ¿Ha abordado la televisión chilena con el mismo entusiasmo pro homosexual la diversidad religiosa del país?

Cuando el tema de la diversidad se extiende más allá de los márgenes de la sexualidad la verdad es que el asunto se torna mucho más oscuro. La experiencia evangélica es un buen ejemplo. Así, en lo que se refiere a la cultura religiosa del país, el compromiso de la TV chilena con la diversidad es casi nulo. Apenas en los últimos tres o cuatro años algunas producciones han incorporado tímidamente uno que otro personaje evangélico, pero el trato dado a los mismos resulta muy decidor. ¿Qué pasa cuando comparamos los roles homosexuales y evangélicos en las telenovelas chilenas?

En primer lugar, mientras los personajes homosexuales – como señalamos antes – por lo general apelan a la simpatía del público, las raras ocasiones en que un personaje evangélico aparece en pantalla o bien se muestra en un tono neutro, que no genera ni simpatía ni rechazo, o bien es un personaje abiertamente desagradable que obviamente no pretende captar el fervor popular. Interesante; a diferencia de los roles homosexuales, los evangélicos por lo común son seres extraños, ajenos al chileno promedio.

En segundo lugar, mientras los personajes homosexuales ocupan lugares protagónicos o secundarios, los roles evangélicos corresponden a apariciones furtivas con ninguna trascendencia en la historia central.

En tercer lugar los números también son reveladores. La población evangélica en Chile ronda entre el 15-18% de la población del país; los homosexuales afirman constituir entre 6-10%. Es claro que la minoría evangélica es bastante más numerosa que la homosexual; con todo, la representación de la homosexualidad supera largamente a la de los evangélicos.

En cuarto lugar, es interesante considerar la raigambre histórica de ambas minorías. La presencia evangélica organizada – iglesias, misiones, escuelas – tiene un poco más de ciento cincuenta años en Chile (desde mediados del siglo XIX). El movimiento pro homosexual organizado tiene unas dos décadas en el país. Nuevamente, pese a ser una minoría mucho más antigua en Chile que la homosexualidad, los evangélicos siguen mucho más ausentes de la pantalla.

En quinto lugar, la desigual representación de ambas minorías se extiende a los horarios y cobertura. Los escasos espacios evangélicos en pantalla normalmente se reducen a los fines de semana y casi siempre muy temprano en la mañana, cuando la mayoría de la población duerme o está trabajando. Por el contrario, los horarios en que se escenifica la homosexualidad por lo general corresponden a “horas punta”, cuando se tiene la máxima exposición en la teleaudiencia.

En sexto lugar y tan decidor como lo anterior es la manera como la televisión chilena representa al cristianismo en pantalla: en casi todos los casos es a través de una parroquia, un sacerdote o un seminarista católico. Obviamente en el Chile de las telenovelas no existen iglesias, ni pastores, ni misioneros, ni estudiantes de teología evangélicos. Cuando se trata de conversar sobre cuestiones “valóricas” o morales el interlocutor es un cura o una monja, jamás un ministro evangélico. En este último aspecto la televisión chilena no se diferencia en nada de la televisión latinoamericana.


Estos pocos hechos deberían llevar a un observador imparcial a preguntarse sobre el curioso y extraño concepto de “diversidad” que maneja la televisión chilena; muy generosa con los homosexuales, tacaña y hostil con los evangélicos. Quizás la primero suene novedoso para muchos, pero lo segundo es una historia repetida. En el próximo artículo volveremos sobre las causas de esta asimetría histórica, reconstruida nuevamente a propósito de la reciente devoción televisiva por la homosexualidad.

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