En nuestro artículo anterior
planteábamos las interesantes coincidencias que se dan en la literatura judía del
Segundo Templo entre Jesús y Enoc, en particular aquellas que se pueden
rastrear a través del evangelio de Mateo, tal como lo documenta el trabajo
doctoral de Amy E. Richter. El relato de la natividad o el nacimiento de Jesús
es un caso a tener en cuenta.
En los primeros capítulos de
Mateo el evangelista nos cuenta diversos sucesos que tienen su contrapunto en
la tradición enocista. Así, por ejemplo, las dudas sobre la paternidad, que según Mateo, llevaron a José a
pensar en la posibilidad de anular secretamente su compromiso con María, pues
razonablemente José entendía que su novia había tenido relaciones sexuales con
otro hombre (Mateo 2:18-19). En la tradición preservada en 1 Enoc hay una
situación parecida de sospecha de paternidad, en este caso de Lamec y su hijo
Noé. El relato bíblico (Génesis 5:28-29) no dice nada al respecto, pero según
el texto seudoepigráfico Lamec sospechaba que Noé, dada su apariencia física y
precoz habilidad, no era realmente hijo suyo sino de alguno de los vigilantes o
ángeles caídos. Para salir de dudas Lamec recurre a la intermediación de su
padre Matusalén, quien a su vez consulta a su padre Enoc (quien a esas alturas goza
en el cielo de una condición semiangelical) para así finalmente confirmar que
Noé realmente es hijo de Lamec.
Otro punto de semejanza es la intervención angelical. En el
nacimiento de Jesús es más que evidente la profusa presencia de ángeles en
diferentes etapas de la anunciación, el nacimiento y los primeros años de vida
del niño Dios. Pero particularmente interesante es la relación entre
ángeles/poderes superiores con la paternidad/filiación. Aquí nuevamente saltan
los paralelos entre Mateo y la tradición enocista. Según el evangelista José
creía que el bebé era hijo de otro hombre, pero un ángel le avisa que en
realidad es hijo de un agente superior (el Espíritu Santo), mientras que en 1 Enoc la historia es al revés: Lamec
cree que Noé es hijo de un ángel, cuando otro agente superior, Enoc (devenido
casi en un ángel) le confirma que el niño es humano y legítimo hijo de Lamec.
Es importante destacar el contraste sobre la posición relativa de
ángeles y humanos. En la tradición enocista los ángeles ocupan un estadio
superior a los hombres. De hecho el ascenso del patriarca Enoc al trono de Dios
es descrito en términos tales que el lector queda con la impresión de que Enoc
se ha transformado en una figura angelical o comparte características
distintivas de los ángeles. Efectivamente en 3 Enoc (siglo V o VI DC) Enoc se va a transformar en el poderoso
ángel Metatrón, nada menos que el secretario de Dios y cabeza de los demás
ángeles. Si bien esto último es pura especulación mística judía, la posición jerárquicamente
superior de los ángeles sigue la exposición del Antiguo Testamento (Salmo 8:5,
“Le has hecho un poco menor que los ángeles”). En el Nuevo Testamento en cambio
los ángeles se nos presentan como seres al servicio de Jesús y de los hombres
(al menos de quienes son seguidores de Jesús). Tal vez si el mejor ejemplo de
esta subordinación de los ángeles con respecto a los humanos se encuentra en la
epístola a los Hebreos (Hebreos 1:13-14).
Otro aspecto muy llamativo es la inversión del relato de los vigilantes.
Según el Libro de los Vigilantes el
pecado entró en el mundo cuando los vigilantes o ángeles pecadores cruzaron la
frontera que divide al reino angelical/espiritual del reino humano, un acto que
tuvo consecuencias desastrosas. En el relato de Mateo nuevamente asistimos a un
cruce de la frontera entre las potencias superiores y los humanos, pero esta
vez con un resultado muy diferente. La irrupción de los Ángeles Caídos en la
tierra trajo la violencia, el crimen, la idolatría y la fornicación; por el
contrario, la intervención del Espíritu Santo y el nacimiento de Jesús trajeron
paz y salvación. La historia desastrosa inaugurada por los visitantes celestes,
los Vigilantes, se contrasta ahora con la maravillosa historia de Jesús.
Por último, la presencia de los magos crea otro puente entre Jesús y las
tradiciones sobre Enoc. El relato del evangelista insinúa un conocimiento
astronómico-astrológico de parte de los magos: “Porque su estrella hemos visto
en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo2:2). El griego anatolé, traducido “oriente” en este versículo, presenta evidentes
connotaciones astrológicas, pues se puede traducir también como “saliente” o
“naciente”: es la estrella del niño Dios que nace en el oriente. El ABC de
cualquier astrólogo radica en asociar a una persona con su estrella, como parece hicieron los magos en el caso de Jesús.
Pero cualquiera sea la relación de estos magos con la astronomía-astrología de
la época, para un judío conocedor de la tradición enocista no pasaría
desapercibida esta conexión con los astros y el firmamento. Y es que el
judaísmo enocista (y en general el pueblo judío) desarrolló una compleja
relación con los astros en los siglos que precedieron al nacimiento de Jesús.
De una parte el canon bíblico – el Antiguo Testamento – condenaba las prácticas
astrológicas, pero de otro lado el periodo intertestamental vio una creciente
inmersión judía en la astrología. Esta tensión entre rechazar y aceptar queda
de manifiesto en la literatura enocista. Entre las artes y saberes ocultos que
los Ángeles Caídos enseñaron a los humanos sin permiso divino está la
astrología, origen a su vez de la idolatría posterior. Por otro lado, en 1 Enoc 17-36 se relata el viaje de Enoc
por el cosmos y el conocimiento que Dios le comparte sobre los astros, lo que
convierte a Enoc en el padre de la astrología. Así que hay un conocimiento
astrológico malo, revelado por los Vigilantes y sin permiso de Dios, pero hay
también un saber astrológico bueno, autorizado por Dios a través de las
revelaciones dadas a Enoc. En definitiva, así como en los casos anteriores el
relato de Mateo parece deshacer las supuestas consecuencias malignas dejadas
por los Vigilantes, así también ahora la presencia de los magos – portadores de
conocimientos celestes parecidos a los de los Vigilantes – es portadora de
buenas noticias, la llegada de un mensajero celestial al que vienen a adorar.
Por cierto que hay muchas otras materias en las que
podría seguir trazándose el sorprendente paralelo entre la natividad de Mateo y
la literatura enocista, como bien lo documenta la investigación de Amy E.
Richter, pero estos pocos detalles nos abren la puerta hacia el para muchos
desconocido y apasionante mundo del judaísmo del Segundo Templo. Parte de esa
cosmovisión, las tradiciones judías sobre Enoc, los Vigilantes y el origen
cósmico del mal flotaban en el ambiente cuando Jesús aparece en escena y de
seguro no eran para nada desconocidas de Mateo y su círculo. Ahora bien, el que
Mateo haya tenido a la vista las tradiciones enocistas y el que haya redactado
su propia historia en una suerte de reversión de los hitos enocistas no
significa necesariamente que compartiera esas creencias, pero si que pudo haber
usado las mismas para construir un puente mas para enganchar a la audiencia
judía. Este hecho puede ayudarnos a entender cómo o por qué Mateo seleccionó algunos
de los materiales con los cuales construye su relato, en particular el de la
natividad. Pensemos por un momento. Según las especulaciones y mitología
enocista hubo un punto en la historia en que los mundos divino y humano se
cruzaron, con consecuencias trágicas, pero de en medio de ese mal salió un
mensaje de esperanza y futuro encarnado en el “Hijo del Hombre”, el
patriarca-ángel Enoc. Mateo tenía en sus manos una historia parecida, una en la
que nuevamente se cruzan las fronteras divino/humanas, pero esta vez con un
resultado mucho más positivo, donde el protagonista ya no es Enoc, sino el
verdadero Hijo del Hombre, Jesús.
Crédito imagen Libro de Enoc,
http://theremnanttrust.info/book-of-enoch/
Crédito imagen Libro de Enoc,
http://theremnanttrust.info/book-of-enoch/
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