Después de reflexionar sobre
higos y manzanas (diciembre 2014) y sobre las habas de Pitágoras (enero 2015)
en esta ocasión volvemos nuestra atención hacia otro vegetal comestible que es
parte significativa en la dieta humana, particularmente en las ensaladas: la
lechuga.
Hace miles de años, en el
antiguo Egipto, aparecen las primeras escenas que conectan lechugas y erotismo.
Por un lado hallamos el mito de las luchas de Set y Horus, los dioses que se
enfrentan sobre la herencia del fallecido Osiris. En una de las sórdidas
escenas de las luchas Set-Horus, Set intenta infructuosamente penetrar a Horus,
sin conseguirlo, pero a la vez, sin darse cuenta, Horus coge en su mano el
semen de Set y más tarde lo lleva a su madre, Isis. Cuando Isis ve el semen de
Set, corta la mano de Horus que lo sostiene y se desprende de ella. Isis hace
una nueva mano para Horus y luego masturba a su hijo para recoger el semen de
Horus. Posteriormente Isis lleva el semen de Horus y lo arroja sobre las hojas
de las lechugas que están en el jardín del malvado Set. Más tarde Set va a su
jardín, recoge esas mismas lechugas y se las come, ignorando que están regadas
con el semen de Horus. La astuta jugada de Isis ha hecho que ahora Set esté
“embarazado” de Horus y dé a luz el disco solar que sale de la frente de Set.
En definitiva, al introducir su semen en el cuerpo de Set gracias a las
lechugas, Horus gana y derrota a su enemigo.
Pero además de la escabrosa
historia de encuentros sexuales de Set y Horus, la lechuga aparece en murales
pintados en tumbas egipcias en un periodo tan temprano como la VI dinastía y
también más tarde de la XII dinastía. Los egipcios cultivaban la lechuga para
extraer aceite de su semilla, un commodity
muy apetecido en su tiempo. La forma de la lechuga larga (lactuca sativa) experimentó un proceso de estilización en las
representaciones pictóricas, al punto que se hace difícil reconocerla en un
periodo posterior como la XVIII dinastía. Pero lo particular de todas estas
cambiantes imágenes de la lechuga es que casi siempre aparece como un emblema
especial del dios Min, una deidad muy popular desde el Reino Antiguo hasta los
tiempos helenísticos. En el Egipto faraónico había muchos templos consagrados a
Min, quien era considerado el dios del desierto, de la luz, de las tormentas de
arena pero por sobre todo el dios de la fertilidad (agrícola) y la procreación
(humana). Esto último explica que en todas las escenas en que aparece Min
siempre se lo ve con su pene en erección, y detrás de él las famosas lechugas,
a veces llevadas en procesión por los sacerdotes y por adoradores que las
llevan como ofrenda al dios. La pregunta obviamente es ¿por qué las lechugas
podrían ser símbolo o emblema del dios de la fertilidad? Aunque las lechugas
estilizadas de las representaciones más tardías aparecen como lechugas
“erectas”, los investigadores creen que no es necesariamente alguna vaga
conexión de la forma de la lechuga con el pene lo que explicaría esa
asociación, sino más bien el jugo de la lechuga que a los antiguos egipcios les
abría sugerido el semen o fluido masculino. A su vez esto está conectado con el
carácter de afrodisiaco que los egipcios – y otros pueblos del antiguo medio
oriente – le asignaban a las lechugas; así, por ejemplo, era una creencia
popular que se podían tener muchos hijos si se comían muchas lechugas. Casi dos
mil años después de las primeras imágenes de las lechugas en las tumbas
egipcias, el emperador Augusto aparece en un templo ofreciendo lechugas al dios
Min.
Vale la pena notar que para los
griegos la lechuga tenía el significado exactamente contrario que para los
egipcios, era considerada un anti afrodisiaco. Mientras los egipcios veían a
las lechugas como estimuladoras de la pasión sexual, los griegos las consideraban
“mata pasiones”. ¿Cómo es posible que un mismo vegetal tuviera dos significados
tan distintos? Notar que el término latino, lactuca,
evoca la asociación que hacían los antiguos entre el jugo de la lechuga y un
líquido espeso, que los romanos verbalizaban como un fluido lechoso. De manera
muy similar, los egipcios también veían el jugo o aceite de la lechuga como un
fluido lechoso y de ahí el símil con el semen masculino. Por el contrario, los
griegos veían ese mismo fluido como similar al látex del opio que es soporífero
e induce el sueño, apagando así el ardor sexual. De ahí que un mismo vegetal,
la lechuga, haya sido vista de maneras diferentes, incluso antagónicas,
respecto de su papel en la vida sexual de los humanos. A juzgar por la foto principal (imagen de una manifestación en Asia) la connotación sexual de las lechugas se ha filtrado hasta nuestros días.
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