Los medios, siempre hambrientos
de titulares diferentes que capturen la atención del lector, nos recordaban en
estos días sobre pi, ese viejo símbolo matemático que dejamos olvidado en nuestros
días de escuela o de universidad. El recuerdo era antojadizo, a propósito de la
coincidencia puramente numérica entre el valor de pi y una fecha del calendario.
Como es sabido, el valor de la constante es pi = 3.141593… Tratándose de un
número irracional, los autores de la noticia lo acortaron a 3.1415 y de ahí la
coincidencia con la fecha:
3: el mes de marzo
14: el 14 de marzo
15: del año 2015
Precisamente el pasado sábado 14
de marzo se producía la mentada coincidencia entre pi y el calendario. Aunque
la noticia no pasaba de ser una distracción miscelánea para entretenerse un
rato, el dato curioso bien nos puede servir de excusa para volver a poner
nuestra atención en la larga y casi incombustible obsesión por jugar con los
números y extraer de esos juegos conclusiones metafísicas. ¿Reflexiones
metafísicas sobre pi? Un pequeño vistazo a lo que la curiosidad y la
imaginación humana pueden hacer cuando se mezclan los números con la Biblia lo podemos encontrar
en el libro del Génesis, cuestión a la que nos volcaremos en lo que sigue.
Por siglos, o mejor por
milenios, los judíos, o algunos grupos dentro del judaísmo, se entregaron a
especulaciones sobre los significados de los números y de las letras del
alfabeto hebreo. Con el tiempo esas especulaciones y enseñanzas crecieron de
tal manera que formaron una tradición por sí misma dentro del judaísmo,
tradición que se conoce generalmente como cábala. Hoy en día este antiguo
término hebreo ha tenido tal difusión que por lo general resulta muy difícil sino
imposible precisar su significado. Cábala puede significar cosas “positivas”,
como misticismo, magia, espiritualidad, gnosticismo; o bien cosas “negativas”,
como secreto, oscuro, irracionalidad o superstición. Como consigna un autor,
“ningún otro término o concepto judío post bíblico ha sido universalizado de
una manera similar”. En términos estrictamente históricos la palabra cábala
designa una tradición que nació en el judaísmo hacia el siglo XII o XIII – en
plena Edad Media – de corte esotérico o de saberes secretos, compartidos por
los principales maestros judíos y sus discípulos. Aproximadamente desde el
siglo XVI en adelante se incrementó cada vez más el carácter mágico de la cábala
judía.
Como lo adelantábamos, uno de
los aspectos más llamativos de la cábala es el juego con los significados
numéricos de las letras del alfabeto hebreo. La asignación de valores numéricos
a las letras del alfabeto es un proceso que se estima tuvo lugar en los
doscientos años que antecedieron a la era cristiana. Luego, a lo largo de los
siglos, los expertos judíos versados en estas materias se entregaron a calcular
y revisar las distintas sumas y restas si agregamos o sacamos letras y los
resultados que esto tenía en el “valor” de las palabras. Este tipo de
ejercicios es lo que nos lleva directo al encuentro de pi en las enseñanzas de los
cabalistas judíos. Veamos cómo opera.
Como muestra la figura anterior
el nombre divino, Elohim, se compone de cinco letras, las que sumadas nos dan
el valor numérico del mismo, 86 (= 40+10+5+30+1). La gematría, el nombre de
este juego de asignación de valores numéricos a las palabras, era practicada
por distintos pueblos de la antigüedad y los místicos judíos no se quedaban
atrás en esta materia. Pero la creatividad de algunos cabalistas medievales nos
recuerda que estos juegos pueden ser interminables. En algún instante alguien se
preguntó qué pasaría si hacemos abstracción de las decenas y nos quedamos
simplemente con los dígitos de la suma anterior – 4, 1, 5, 3, 1 – y los
reordenamos según una secuencia determinada:
La flecha roja indica la
secuencia arbitraria de lectura y el resultado que ésta nos da es: ¡3.1415! Voilá, nuestro ejercicio numérico
sobre el tetragrama divino da como resultado nada menos que el valor
(abreviado) de la constante pi = 3.1415. Pero esto no es todo. Si hacemos un
esfuerzo y recordamos nuestras clases de la escuela, tenemos que la mejor
aproximación fraccionaria del valor de pi está dado por la expresión 22/7
(es una aproximación, pues 22/7 = 3.1428…). ¿Qué significa todo esto en
términos cabalísticos? Dado que el tetragrama divino – el nombre Elohim –
equivale a la constante pi, esta última representa
a Dios. Si repasamos ahora el texto del Génesis (los cabalistas jugaban con
números y con el texto bíblico):
“En el
principio creó Dios los cielos y la tierra”. Génesis 1:1
“Fueron,
pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó
Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la
obra que hizo”. Génesis 2:1-2
Finalmente, entonces, tenemos
que Dios (Elohim, el símbolo pi), creó el universo en siete días. Pero, otra
vez, como 22/7 es una aproximación de pi, tenemos que:
7 * pi = 22
Para los cabalistas todo encaja.
En siete días se despliega la obra creadora de Dios (7 * pi) y el resultado es
la creación, o en este caso 22. Por supuesto, el 22 no es otra cosa que el
resumen de las 22 letras del alfabeto hebreo, pues para los cabalistas las 22
letras representan los elementos fundamentales de la ceración divina.
Huelga decir que este sencillo
ejemplo deja de manifiesto la manera arbitraria, por decir lo menos, que
emplean los cabalistas para desvelar y sostener la existencia de supuestos
significados ocultos, místicos, o en este caso numéricos o numerológicos, que estarían
encerrados en la Palabra
de Dios. Que esta antojadiza manera de proceder todavía encuentre entusiastas
seguidores en nuestros días (varios siglos después del comienzo de la cábala)
es una prueba indudable de la atracción humana por lo esotérico y lo oculto.
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