sábado, 31 de enero de 2015

HABAS PITAGÓRICAS



Nuestra reflexión anterior sobre los higos y las manzanas nos puede servir para ilustrar la tremendamente interesante y compleja relación entre los alimentos por un lado y la cultura y el pensamiento humano por otro: una cuestión que, por cierto, cualquier lector de la Biblia debe tener presente tan sólo pensando en el levítico y las discutidas leyes de la dieta judía allí enunciadas. Pero que este es un asunto universal y no exclusivamente judío es el resultado lógico de cualquier investigación sobre esta materia en el mundo antiguo, fuera de las fronteras de Israel. Así ocurre, por ejemplo, cuando nos encontramos con el curioso tratamiento pitagórico de otro alimento por lo demás bastante vulgar: las habas. Como repasaremos muy brevemente, los seguidores de Pitágoras se abstenían de las habas en lo que constituye uno de los tabús alimenticios más extraños de la historia.

Para entender el tema digamos de entrada que las habas forman parte de un género de leguminosas pertenecientes a la familia de las Fabáceas, y como todas las leguminosas, se trata de plantas ricas en proteínas, por lo que desde antiguo fueron muy apreciadas por su valor nutricional. De hecho, esto último explica que en la antigüedad se conocieran también como “la carne de los pobres”, por ser precisamente un sustituto proteico en ausencia de carne. Este es un asunto nada menor, pues como sostienen muchos investigadores en la actualidad, muy probablemente los habitantes de la cuenca del mediterráneo tenían una dieta pobre en carne por no decir que eran mayormente vegetarianos (ya sea por convicción o, como creen muchos, por la imposibilidad de complementar su alimentación con carne). En suma, las leguminosas – y por cierto las habas – eran una fuente fundamental de recursos alimenticios en un tiempo en que el hambre era un fenómeno cotidiano. De ahí que, entonces, un tabú que restringiera el consumo de las habas resultara obviamente muy llamativo. Eso es exactamente lo que hicieron los pitagóricos, o al menos lo que fuentes antiguas señalan con respecto a la dieta seguida por esta secta.

Hay que tener presente que cuando hablamos de pitagórico el lector moderno asociará de inmediato “el teorema de Pitágoras” y por tanto un tinte matemático o científico al adjetivo “pitagórico”. Sin embargo, en la antigüedad, al menos en la Grecia clásica, la palabra pitagórico tenía una connotación muy diferente. Para los griegos Pitágoras se había labrado una fama no precisamente de “matemático” sino más bien de algo así como un “chamán”, una especie de maestro o místico embarcado en prácticas esotéricas y de ahí que sus seguidores, los pitagóricos, fueran reconocidos como un grupo sectario o hermético, una clase aparte de personas que manejaban códigos secretos de iluminación y un conocimiento cerrado a los extraños. En ese grupo, según testifican autores antiguos como Aristóteles, Diógenes Laercio y Plinio el Viejo, se practicaba un tabú o abstención del consumo de habas (sugiriéndose en algunos casos incluso la prohibición del contacto), conducta para la cual se dan las más diversas razones.

La guerra de Pitágoras contra las habas podría estar relacionada con… la política. Algunos apuntan a que las habas eran usadas como elemento de recuento de “votos” en algunos regímenes tiránicos especialmente odiados por Pitágoras y de ahí la inquina contra las pobres habas. Otros creen que el carácter oligárquico de la secta pitagórica estaría detrás de esta conducta: las habas eran el alimento típico del “vulgo”, la clase de gente de la que Pitágoras y sus seguidores se alejaban completamente. En este último caso las habas actuarían como una suerte de marcador de identidad social; los pitagóricos no iban a consumir lo que comía la gente sin letras. Haya algo de verdad en esto o no, una cosa es cierta: la gente común, que escasamente probaba carne, no dejaría de comer habas a menos que tuviese buenas razones para no morir de hambre. Pero hay otra posible explicación que gana más consenso entre los expertos actuales y está relacionada precisamente con la naturaleza mística de la secta pitagórica.

¿Será posible que la estigmatización pitagórica de las habas tenga que ver con los efectos fisiológicos o corporales que produce su ingesta, flatulencia incluida? Al menos Galeno y una larga lista de médicos de la cultura grecorromana han dejado constancia del conocimiento médico de los efectos, a veces del malestar, que producían las habas. Pero esas “inconveniencias” nunca fueron obstáculo para que los médicos aprobaran el consumo de habas. Tal parece que los pitagóricos veían las cosas de una manera diferente. Para ellos los efectos más dañinos del consumo de habas se encontrarían en el mundo onírico: las habas afectaban la conexión pitagórica con los sueños. Claro, las habas estorbaban el buen dormir y el tener buenos sueños y resulta que los sueños y su interpretación jugaban un papel esencial en toda la dinámica de la secta pitagórica, muy dada a la reencarnación y a las revelaciones místicas, cuestiones que obviamente se canalizan mediante los sueños. Todo ese esfuerzo, entonces, se venía abajo con las molestas habas, razón por la cual – así sigue el argumento – Pitágoras habría decidido cortar por lo sano y terminar con la ingesta de las benditas legumbres.

Pero la historia podría ser incluso peor. ¿Habrá algún “lado oscuro” de las habas? Dado que se sabe que la circunspección con respecto a las habas se extendía a sectores religiosos del antiguo Egipto así como de Grecia, tal parece que el problema con las habas podría explicarse por la relación que esas culturas – o algunos grupos sacerdotales – establecían entre las habas y la muerte. La evidencia textual sugiere que las habas eran consideradas depositarias de las almas de los muertos, ya sea porque literalmente las habas eran receptáculos que portaban las almas de los difuntos o ya sea porque cumplían esa función simbólicamente. Si esto es efectivo, quizás algunos podrían haber razonado que al comerse un haba podrían incurrir en una especie de acto de canibalismo. Por otro lado, la conexión con la muerte pudiera tener una base científica, dado que hoy se sabe que en algunas personas se puede desarrollar la enfermedad conocida como fabismo o “mal de las habas” y que está conectada con la deficiencia de la enzima G6PD y que en conjunto con la presencia de b-glucósidos en las habas lleva a un malestar corporal extendido y en algunos casos extremos a la muerte. ¿Qué tal? Después de todo, piensan algunos, Pitágoras quizás no estaba tan perdido.


Pero este cuestionamiento a las habas fue un fenómeno más propio de ciertos círculos que poblaban el mediterráneo oriental – entre ellos los pitagóricos. En lo que respecta a los romanos no tenían ningún problema con las habas, de lo cual da cuenta su agricultura, donde ocupaban un lugar muy importante. Como fuere, la próxima vez que las comamos podríamos soñar con qué podría haber sido el teorema pitagórico de las habas.

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