El verano (en el hemisferio sur
aproximadamente noviembre, diciembre y enero) es una estación que invita al
consumo de frutas, la manera natural en que los seres humanos proveyeron su
dieta para capear el calor estival. En la Biblia las frutas constituyen también
una parte importante de la dieta de los antiguos israelitas, como lo comprobará
cualquier lector. Dentro de los frutales allí mencionados la más significativa
era sin duda la vid, seguida por el olivo, la palmera, la higuera, el granado y
el almendro; la manzana tiene una presencia mucho menor. Diversos pasajes de
las escrituras nos recuerdan a su vez la importancia de estos alimentos no sólo
en la dieta de Israel sino en su bienestar y la estabilidad de la nación:
“Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de
arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes;
tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de
aceite y de miel”. Deuteronomio 8:7-8.
“La vid está seca, y pereció la higuera; el granado también, la palmera
y el manzano; todos los árboles del campo se secaron, por lo cual se extinguió
el gozo de los hijos de los hombres”. Joel 1:12.
A través de la descripción del
paisaje, en particular del estado de la vegetación, el autor informa a su
público si estamos ante una situación favorable o desfavorable, ante un tiempo
halagüeño o de tribulación. De hecho la fruta hace su debut al inicio del
relato bíblico como un actor fundamental en la suerte de los primeros seres
humanos: ¡cómo no pensar en la historia del Jardín del Edén! Génesis 3
nos informa que la primera pareja humana fue puesta a prueba por Dios a través
de un árbol frutal: el árbol del conocimiento del bien y del mal. Así que la
humana predilección por las frutas nos tiene como estamos. Un aspecto
particularmente sabroso de la historia es la curiosa identificación de la fruta
causante de todo este desaguisado: la manzana. Esa es la relación folklórica
prevaleciente hoy en occidente sobre Adán y Eva: pecaron al comer una manzana.
Lo curioso de esta conexión – aparte el hecho de que el Génesis no especifica
de qué fruta se trata – es que la manzana es un improbable candidato a ser el
fruto de la perdición. Por un lado, el manzano nunca jugó un papel
significativo en la dieta y tradiciones israelitas, entre otras razones quizás
porque, por lo que sabemos hoy, el manzano no es un árbol originario de
Palestina, sino que importado desde otras regiones. Por otro lado (y aunque se
alegue que después de todo la historia del Edén no se ambienta en Palestina,
sino seguramente en lo que hoy es Irak), hay elementos en el relato bíblico que
favorecerían a un sospechoso distinto a la manzana: el higo. Al menos en el
cristianismo primitivo y en el periodo medieval, no fueron pocos los autores
cristianos que identificaron a la higuera como el árbol del conocimiento del
bien y del mal. ¿Cuáles son las credenciales bíblicas para semejante creencia?
En el episodio
que relata el drama de la transgresión en el Jardín del Edén leemos:
“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos,
y conocieron que estaban desnudos; entonces cocieron hojas de higuera, y se hicieron
delantales”. Génesis 3:7.
Esta acción de
la primera pareja humana, de cocer “delantales”, un tipo de vestimenta para
cubrir sus cuerpos a partir de hojas de higuera, es lo que llevó a asociar
tempranamente a la higuera con el primer pecado en la exégesis cristiana
primitiva y de ahí algunos especularon con que la higuera era el árbol del que
habían comido Adán y Eva. El Apocalipsis
de Moisés, un texto pseudoepigráfico del comienzo de la era cristiana,
agregó un detalle folklórico: tras la transgresión de Eva todos los árboles
perdieron sus hojas (por vergüenza ante lo ocurrido) salvo la higuera. Otros
combinaron estos relatos con la idea de la higuera como símbolo del judaísmo
pecador, para lo cual hallaron apoyo en el episodio de la maldición de la higuera
estéril por Jesús (Mateo 21:18-20; Marcos 11:12-14, 20-22). Así, por ejemplo,
Orígenes (siglo III DC) sostenía que la imagen de la higuera seca “desde las
raíces” era un potente símbolo del judaísmo, que iba a permanecer así hasta el
final de los tiempos.
Sin embargo,
cual sea nuestra evaluación de la presencia de la higuera en la historia de
Génesis 3, lo cierto es que el higo es símbolo recurrente a lo largo de la
literatura bíblica. En los profetas del Antiguo Testamento es un potente
símbolo profético cuya condición refleja tiempos de bendición o de maldición para
Israel (Isaías 34:4; Jeremías 5:17; 8:13; 24; Oseas 2:12 y 9:10; Joel 1:7 y
2:22; Salmo 105:33; Cantares 2:13). El saludable estado de la vid y la higuera
eran formas cotidianas de referirse a una condición de paz y prosperidad: “Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno
debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los
días de Salomón”. (1 Reyes 4:25; también Miqueas 4:4 y Zacarías 3:10). La
higuera es asimismo un símbolo de sabiduría (Proverbios 27:18) y los higos
tenían también cualidades sanadoras (2 Reyes 20:7; Isaías 38:21). Los judíos
tenían, pues, una alta estima por los higos, al punto que cierta literatura de
la época los consideraba un fruto divino y una bendición otorgada por Dios,
algo así como un fruto sagrado. Quizás algo de eso o de esa alta estima por la
higuera esté detrás de las palabras de Jesús referidas a Natanael: “… He aquí
un verdadero israelita, en quien no hay engaño… Antes que Felipe te llamara,
cuando estabas debajo de la higuera, te vi…” (Juan 1:47-50). Incluso la
imaginería escatológica de los higos continua en el discurso de Jesús: “De la
higuera aprended la parábola: …” (Marcos 13:28-29).
Frente a este
potente protagonismo de los higos en el relato bíblico, la manzana (tappukha) tiene una presencia mucho más modesta. Con apenas seis
menciones (Proverbios 25:11; Cantares 2:3, 5; 7:8; 8:5; Joel 1:12) su papel en
la historia bíblica es muy menor. ¿Cómo entonces es que hoy en día se asocia a
la manzana con la escena del pecado original? Al menos en el ámbito
estrictamente bíblico es posible que el que los pocos pasajes donde se menciona
la manzana se concentren en el Cantar de los Cantares, un poema de amor que
relata la apasionada relación de una pareja, haya podido ayudar a crear la
asociación entre amor, erotismo y manzanas. En cualquier caso, si se trata de
buscar candidatos a ser el fruto de la perdición, en el contexto de las
escrituras el humilde higo supera bastante a la voluptuosa manzana.
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