sábado, 29 de noviembre de 2014

Los Kamikaze Cristianos



“Todo está en las manos de nuestro Señor, la vida y la muerte son determinadas por él. Voy a estrellarme contra el buque enemigo cantando un himno… Estaré esperando por ti a las puertas del cielo. ¿Pero se me permitirá a mí mismo entrar allá? Mamá, ora por mí. No seré capaz de    soportarlo bien si no puedo estar contigo. ¡Adiós, Mamá!”

Una emotiva carta de despedida, una más de las muchas que se escribieron durante la segunda guerra mundial, en este caso de un hijo hacia su madre en el lejano hogar. Pero esta carta tiene algo muy particular: su autor, Tsukuru Hayashiichi, murió el 12 de abril de 1945 al estrellar su avión contra los buques de la flota norteamericana en la batalla de Okinawa. Tsukuru Hayashiichi era protestante y kamikaze.
 
En nuestra última escala por los tortuosos caminos del suicidio nos encontramos con uno de los episodios más insólitos que jamás pudiéramos imaginar: la existencia de cristianos entre los pilotos suicidas japoneses de la segunda guerra mundial. Como es sabido, el término kamikaze significa “viento divino” (kami se podría traducir como “divinidad” o “espíritu divino”, aunque a veces se interpreta equivocadamente como dios en el sentido occidental del término) y se habría originado en la época de la invasión mongola (siglo XIII), cuando un tifón (taifú) destruyó sorpresivamente a la flota y a la poderosa fuerza expedicionaria enviada por el Gran Kan de China para invadir Japón: los japoneses interpretaron este suceso como una intervención divina que salvó a su país de la conquista mongola. El recuerdo de esta antigua epopeya salvadora rondó otra vez los cerebros de los estrategas militares nipones a fines de la segunda guerra mundial, cuando los avatares de la contienda llevaron a Japón a luchar por su sobrevivencia; esta vez, como una medida desesperada para detener el avance de las fuerzas de Estados Unidos hacia sus costas, los militares japoneses desarrollaron una serie de armas suicidas, la más famosa de las cuales fue sin duda la de los pilotos que estrellaban sus zeros contra los buques norteamericanos, pilotos a los que los japoneses aplicaron el término kamikaze. Para ellos literalmente los pilotos que se inmolaban se convertían en kami, una suerte de ente divino que podía incluso llegar a ser honrado en los altares póstumamente.

Desde la llegada de católicos y protestantes a las islas del Japón en el siglo XVI se establecieron las primeras misiones e iglesias cristianas en el país del Sol Naciente. Sin embargo, la oposición oficial (Hideyoshi ejecutó a varios cristianos en su periodo) y religiosa – shintoista y budista – contra la expansión del cristianismo hizo que incluso para los años 1930s los cristianos no fueran más que el 1 ó 2% de la población del país, esto es, una ínfima minoría. No es extraño entonces que al momento de estallar la guerra los soldados cristianos del ejército imperial fueran igualmente una fracción muy menor. Si agregamos a lo anterior que la inscripción en las escuadrillas kamikaze era por lo general voluntaria, resulta particularmente sorprendente hallar reclutas cristianos dispuestos a inmolarse al estilo kamikaze. El relato de Takamasa Suzuki, hijo de padres católicos y educado él mismo en la escuela dominical, nos puede dar algunas pistas:

El 3 de mayo de 1945 fuimos consultados por nuestro comandante de compañía quiénes serían voluntarios para misiones de Ataque Especial (o misiones suicidas). Pasé noches enteras preguntándome a mí mismo si debería ofrecerme como voluntario o no… Sabía que Japón estaba condenado a perder la guerra pero pensaba que tenía que sacrificarme a mí mismo por el bien de la nación. Decidí ser voluntario y así me uní al tokko-tai (la Fuerza de Ataque Especial). Tres días después, el 6 de mayo, la compañía entera fue reunida de nuevo. El comandante de la compañía bramó, perdió su calma y nos llamó a todos una basura. Hubo sólo cinco o seis hombres que se ofrecieron como voluntarios de los 210 en nuestra compañía”.

Como consigna el testimonio de Suzuki el alistamiento en las escuadrillas kamikazes era voluntario y los oficiales exhortaban a los soldados en las unidades militares escogidas para que se unieran al esfuerzo supremo para salvar a la nación, claro que para 1945 muchos hombres no estaban dispuestos a sacrificarse viendo próximo el fin de la guerra. Con todo, los testimonios sugieren que el sentimiento de sacrificarse por su nación era muy fuerte en los voluntarios, a tal punto de considerar que morir de esta forma no era muy distinto a experimentar la muerte de otra manera. Es verdad también que muchos de estos voluntarios estaban imbuidos de un espíritu religioso en línea con la tradición shintoista de morir por el emperador y probablemente creían que despertarían en la otra vida en el paraíso como retribución de ese sacrificio, como recuerda un sobreviviente cuando relata que “la última cosa que nuestros camaradas muertos nos decían era, “estaré esperando por todos ustedes en el santuario de Yasukuni””. Precisamente el santuario de Yasukuni, en Tokio, es el controversial lugar donde hasta hoy se rinde culto a los espíritus de los soldados japoneses muertos en la guerra. Pero no todos los kamikazes eran shintoistas, había también algunos ateos y unos pocos cristianos; para estos últimos una conversión post mortem en dioses del santuario de Yasukuni no era una perspectiva real. ¿Por qué entonces soldados japoneses cristianos, católicos o protestantes, se enlistaron voluntarios en tales misiones suicidas? El veinteañero Ichizo Hayashi, otro piloto cristiano, escribiría a su madre: “Vivimos en el espíritu de Jesucristo y morimos en ese espíritu. Este pensamiento está conmigo. Es gratificante vivir en este mundo, pero el vivir tiene un sentido de futilidad ahora. Es tiempo de morir”. Las palabras de los que murieron en ataques suicidas, como Hayashi o Hayashiichi citado al principio, así como las de los que sobrevivieron, como Suzuki, nos recuerdan que estos jóvenes compartían el valor cultural de sus compatriotas respecto al sentido de la inmolación como algo que bajo ciertas circunstancias no es negativo, sino muy positivo. A diferencia de la mayoría de sus camaradas, estos kamikazes cristianos no esperaban engrosar póstumamente el panteón de los dioses de Yasukuni, sino reunirse en el cielo cristiano con sus padres, madres y conocidos, aunque la duda expresada por Tsukuru podría haber rondado sus últimos días: ¿Pero se me permitirá a mí mismo entrar allá?

Como recuerdan observadores en los momentos finales de la guerra, después de los bombardeos atómicos sobre Japón, habitantes de Kioto apuntaban que los dioses ancestrales del Japón habían sido más efectivos en salvar a Kioto que el Dios cristiano en salvar a Nagasaki (antiguo reducto cristiano en Japón). Pero el Dios que no salvó a Nagasaki, ¿recibiría a los kamikazes cristianos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Reloj Mundial

Ciudad de Mexico

Bogotá

Madrid

Buenos Aires

Temuco

Apocryphicity

New Publications by ETS Members