En nuestros dos últimos
artículos hemos hablado sobre suicidio; un caso más bien antiguo, el del monje
vietnamita Thich Quang Duc en los años sesenta, otro más actual, el del actor
Robin Williams hace algunos meses. Es un hecho que la comprensión del suicidio
en occidente y en oriente es muy diferente, entre otras razones, por el
trasfondo religioso (y por tanto cultural) que distingue a estos dos mundos.
Mientras en occidente el suicidio está teñido de una incuestionable nota de
rechazo por la tradicional visión judeo-cristiana que considera que es una
exclusiva prerrogativa divina el poner fin a la vida, en oriente, o al menos en
las sociedades de tradición budista, carentes de tal trasfondo, el poner
término a la vida propia está lejos de ser considerado como algo negativo y más
bien puede llegar a tener una visión positiva, incluso de exaltación.
Teóricos budistas de la
actualidad, como Thich Nhat Hanh (foto principal) a quien citábamos en agosto, suelen recalcar
que la muerte voluntaria practicada por budistas en el marco de un ritual
budista no debe ser rotulada de suicidio, sino que debe considerarse como una
opción distinta y de ahí que algunos prefieran hablar de auto inmolación. Tal
parece ser que la connotación moral negativa que tiene el suicidio en occidente
está detrás de este reclamo, pues en la cosmovisión budista la decisión de
poner fin a la vida – bajo ciertas condiciones – no tiene nada de maligno, muy
por el contrario, puede ser visto como un acto encomiable, trascendente, cuasi
vicario. En la tradición budista se condena en general la práctica del
suicidio, pero hay casos especiales en los cuales tomar la vida en las manos
propias, sobre todo buscando un buen fin para uno mismo o para otros, no
calificaría como suicidio (algo negativo) sino como auto inmolación (algo
positivo). Es la condición en la que se encontrarían maestros avanzados del
budismo, como bodhisattvas y arhats, para quienes, habiendo pasado por todas
las etapas de la purificación vía la reencarnación (el ciclo de nacimientos –
muertes – renacimientos), el suicidio es una forma directa de acortar su paso
al nirvana, a la trascendencia. Para entender esta enseñanza hay que tener
presente que en la tradición budista el cuerpo no tiene un valor intrínseco y
por cierto tiene uno mucho menor que el alma, de donde el valor relativo del
cuerpo está dado por el uso que hagamos de él de forma altruista, para ayudar a
otros (incluyendo la auto inmolación). Ahora bien, en las dos principales
tradiciones budistas, el budismo teravada y el mahayana, las opiniones difieren
sobre esta materia: mientras el primero considera que esas conductas son
elogiables pero no necesariamente deben ser imitadas, el segundo ve el auto
sacrificio (del cuerpo) como un componente esencial del camino budista. Dado
que el budismo teravada es dominante en Sri Lanka y el sudeste asiático
(Birmania, Tailandia, Camboya, Laos, Vietnam) esa es la región donde se
registran menos incidentes de auto inmolación, aunque como señalamos antes el caso
de Thich Quang Duc nos recuerda que era posible importar esas costumbres desde
otras zonas budistas. Por otro lado, el budismo mahayana es dominante en el
Tíbet y lejano oriente (China, Japón, Corea), que es la región donde
precisamente más casos de auto inmolación se pueden detectar. El Lotus Sutra es el texto más influyente en
el budismo mahayana que es responsable de propagar la creencia de “descartar el
cuerpo” en el ascetismo budista, es decir, de entender el suicidio como una
forma de renunciación, una vía para renacer en el mundo espiritual o, más
recientemente, como una forma de protesta o defensa cuando se amenaza a la
comunidad budista (el caso de Thich Quang Duc).
La auto inmolación tiene, como
anunciábamos antes, una milenaria tradición en China, tradición que sería
importada más tarde al Japón. En el país del sol naciente estas ideas se
introdujeron en el periodo medieval, probablemente entre los siglos VIII y X, y
tuvieron acogida en varios templos budistas, en especial en el budismo Zen. Tanto
el shintoismo como el budismo enseñaron a los japoneses la importancia de la
lealtad, la obediencia, la disciplina y más tarde el nacionalismo: la muerte
desinteresada por estos ideales o valores era algo absolutamente encomiable y
apreciado. Por esta vía se comienza a entender la particular disposición de los
japoneses al suicidio, como se enseña en el Bushido
(el manual militar japonés), imagen ampliamente documentada y asociada con la
milicia japonesa y el pueblo japonés hasta la primera mitad del siglo XX (cómo
no recordar el ejemplo de los kamikazes).
El poner término a la vida
propia es un asunto que hasta hoy resalta una diferencia significativa entre la
cultura cristiana occidental y la budista oriental (asiática); mientras en la
primera esta conducta se denomina suicidio y tiene una connotación negativa y
por lo general se reprime, en la segunda la condena al suicidio sigue una
cierta casuística que en ciertos casos puede tener, por el contrario, un
significado positivo. Hasta cierto punto, la distinta mirada respecto al
suicidio es una faceta más de los múltiples contrastes entre la tradición
cristiana y la budista.
Hola!
ResponderEliminarMe podrían confirmar la fuente de este pedazo del texto "pero hay casos especiales en los cuales tomar la vida en las manos propias, sobre todo buscando un buen fin para uno mismo o para otros, no calificaría como suicidio (algo negativo) sino como auto inmolación (algo positivo)."
Muchas gracias!!
Perdón, vi tarde tu comentario. si sirve de algo puedes escribir a teologiasyciencias@gmail.com para ver en qué te puedo ayudar. Gracias.
EliminarHola. Mi hijo se suicidó hace 8 meses. Es muy triste y doloroso. Leer este texto me ha sido de alivio. El espíritu de mi hijo esta en paz y luz . Me podría dar una devolución. Gracias
ResponderEliminarHola, lamento muchísimo leer esta noticia. He tenido pérdidas dolorosas en mi propia familia y aunque no por suicidio sí que puedo imaginar el trance amargo que debes pasar. Veo que también escribiste al correo así que te responderé en extenso por la misma vía. Desde ya mi petición al buen Dios es que ponga paz en los corazones de vuestra familia. Un sincero y emotivo abrazo.
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