Cuando en nuestro último artículo tratábamos
sobre el suicidio o inmolación del monje vietnamita Thich Quang Duc en 1963,
era imposible imaginar la triste noticia de los últimos días: el suicidio del
actor Robin Williams en California, Estados Unidos. Al parecer una rebelde
depresión precipitó la muerte del famoso comediante, dejando para el recuerdo
una carrera notable y una serie de películas que lo hicieron tan querido en
todo el mundo. Detrás del impacto inicial el fallecimiento de Robin Williams
volvió a recordarnos de la manera más ominosa la persistencia del suicidio como
causa de muerte de muchas personas cada día en todo el mundo. ¿Por qué se
suicidan las personas? ¿Cómo entender tan dramática situación? ¿Se puede
prevenir? ¿Podemos ayudar a las potenciales víctimas?
Desde el punto de vista de la aún relativamente
joven investigación científica sobre el suicidio el comportamiento suicida
puede entenderse como el resultado de un delicado balance entre las tendencias
suicidas de una persona (endógenas) y los factores estresantes que actúan como
detonantes del comportamiento suicida (exógenos). Estos últimos factores
estresantes pueden ser ambientales, biológicos o siquiátricos, o bien una
combinación de todos o algunos de ellos. Desde el punto de vista sicológico el
suicidio ha sido estudiado a dos niveles, social (colectivo) e individual, con
resultados bastante dispares. Al nivel
social es claro que la tasa de suicidios para cada nación es más o menos
constante o experimenta pequeñas fluctuaciones, siendo raro que supere el tope
de los 40 casos por cada 100.000 habitantes; por el contrario, a nivel
individual tanto los intentos de suicidio como los suicidios consumados son más
difíciles de predecir. El modelo más exitoso es el modelo siquiátrico de
predisposición-estrés (modelo diátesis-estrés), que señala que ambos factores –
la predisposición y el estrés – actuando por separado o interactuando juntos potencian
la conducta suicida: las personas que tienen esta predisposición descubrirán
factores estresantes más fácilmente y a su vez estos factores estresantes
seguramente tendrán mayores efectos sobre personas que tienen la predisposición
suicida. En el contexto de los factores que predisponen hacia el suicidio A. F.
Henry y J. F. Short elaboraron en 1954 una teoría basada tanto en el
sicoanálisis como en la hipótesis frustración – agresión. Según esta propuesta
la primera reacción ante una frustración es siempre una agresión hacia otra
persona, pero esa primera reacción puede inhibirse y transformarse en una
autoagresión (agresión hacia uno mismo) dependiendo de la presencia y fuerza de
restricciones externas sobre nuestro comportamiento. Cuando esas restricciones
son rígidas e impuestas por otros o son obra de otras personas, entonces la
frustración culpará a esos otros y la agresión se dirigirá hacia esas personas.
Pero cuando esas restricciones externas son débiles entonces el yo no tendrá a
extraños a quienes culpar de su frustración y la agresión se dirigirá hacia
adentro, se internalizará. La teoría de Henry y Short hace predicciones
interesantes, por ejemplo, en ambientes del tipo opresor – oprimido. En un
sistema así el oprimido tendrá todos los estímulos para identificar su
frustración con respecto a los opresores, lo que llevará a respuestas agresivas
hacia los otros, eventualmente al homicidio. En cambio el opresor, como
privilegiado en la sociedad, no puede culpar a otros por sus frustraciones y
tenderá a la depresión y potencialmente a agredirse a sí mismo, es decir, al
suicidio.
En el campo de la investigación del suicidio
a nivel social es sabido que la primera teoría científica sobre la tasa social
de suicidio fue la del francés Emile Durkheim, publicada en su estudio del
tema, “Le Suicide”, en 1897. En esa
obra Durkheim proponía dos categorías sociales como fundamentales para explicar
la tasa social de suicidio: la integración social y la regulación social. La
integración social es el grado en el cual los integrantes de la sociedad están unidos
a través de redes sociales; la regulación social es el grado en el cual los
deseos y el comportamiento de los miembros de la sociedad están restringidos
por normas y costumbres sociales. Si bien la propuesta de Durkheim ha tenido
partidarios y detractores y ha sido revisada y modificada a lo largo de más de
cien años, permanece la noción básica de que la fuerza/debilidad de nuestros
lazos sociales (familiares, amistades, grupos de referencia) así como la
fuerza/debilidad de las normas sociales están directamente relacionados con la
tasa de suicidios al nivel social.
Los profesionales de la sicología, la
siquiatría y la sociología siguen estudiando el comportamiento suicida y
elaborando nuevas teorías para responder a un evento para nosotros tan
perturbador como es el suicidio, en la esperanza de que se podrá recuperar a
esas personas y prevenir el acto suicida. Un experto comentaba hace algunos
años en un artículo: “La publicidad dada a los suicidios, especialmente
suicidios de celebridades, ha demostrado llevar a un incremento en la tasa de
suicidios en los pocos días siguientes, especialmente entre aquellos de la
misma edad y sexo de la celebridad. El suicidio entre pares puede tener un
efecto contagioso, precipitando comportamientos suicidas en aquellos con las
características que predisponen al individuo al suicidio”. Es de esperar que la
muerte de Robin Williams no sea objeto de esa clase de imitación. Es de esperar
asimismo que podamos prevenir y ayudar a su vez a las víctimas y a sus
familias.
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