En los últimos años – y en las
últimas décadas – el tema sexual se ha ido tomando lentamente la agenda pública
y privada. Pero entender qué constituye o explica la conducta sexual humana es
un asunto de difícil resolución. Lo obvio sería buscar la respuesta científica
sobre esta materia. Pero, ¿qué es la ciencia del sexo? Muchas disciplinas
científicas intervienen en lo que podríamos denominar “la ciencia del sexo” y
por nombrar algunas tenemos: biología, medicina, genética,
embriología, sexología, antropología, sociología, historia, arqueología,
lingüística. ¿Lingüística? Por extraño que nos parezca la ciencia del lenguaje
también tiene algo que decir, pero esa es una historia que veremos más
adelante. Por lo pronto circunscribiremos nuestro análisis a lo que ha venido
sucediendo en los últimos doscientos años y partiremos con la primera teoría
sobre el sexo: la explicación biológica.
Durante la
Ilustración (siglo XVIII) se habían desarrollado las primeras teorías
científicas relativas a la vida. En 1802 se usa por primera vez el concepto
“biología” en libros publicados en paralelo por J. B. Lamarck y G. R.
Treviranus. Con el término biología se da un estatus propio al estudio de los
seres vivos como una disciplina científica aparte después del 1800. Mirado
retrospectivamente algunos historiadores llamarán al siglo XIX “el siglo de la
biología”, no porque se haya acuñado entonces este nuevo vocablo sino por el
auge que vivió la ciencia biológica en esa centuria debido a la teoría de la
evolución del inglés Charles Darwin (1809-1881). Darwin postuló la teoría de la
evolución y el mecanismo que la explicaba era la selección natural. La
selección natural opera a través de una dura y despiadada lucha por la
sobrevivencia, de modo que sólo los organismos más fuertes logran prevalecer y
reproducirse, mientras que los más débiles se extinguen sin dejar descendencia.
La selección natural asegura entonces “la sobrevivencia de los más aptos”,
cuyos descendientes estarán mejor capacitados a su vez para triunfar en la
vida, generándose una carrera ascendente de progreso
biológico hacia mejores individuos (en la imagen principal una familia victoriana). En la interpretación
de la época la teoría de la evolución suponía que el comportamiento humano está
determinado fundamentalmente por su herencia biológica: somos y actuamos en
función de lo que nuestra herencia genética ha hecho de nosotros. En esta
perspectiva la identidad de una persona es algo fijo y determinado desde el
nacimiento; es decir, uno nace hombre o nace mujer y se va a comportar
sexualmente según ese condicionamiento biológico natural. Esto es lo que se
conoce como determinismo biológico o esencialismo biológico y que se
resumiría en la célebre frase: “biología
es destino”, reescrita también como “anatomía
es destino”. Según este punto de vista, entonces, nuestra conducta sexual
está determinada por los genitales que nos legó la evolución.
Pero
en el siglo XIX no sólo se acuñó el término “biología”, también se inventaron
otros dos conceptos que son esenciales en esta historia: los conceptos de
heterosexualidad y homosexualidad. Ahora bien, la teoría evolutiva de la
sexualidad se halló en problemas para tratar con la homosexualidad. Después de
todo, según los evolucionistas las especies se desarrollan para cumplir ciertas
funciones básicas, entre ellas alimentarse y reproducirse. La actividad sexual
se explica por el instinto de las especies (sexuadas) de perpetuarse y no
desaparecer: el apareamiento entre machos y hembras cumple esa función
evolutiva básica. ¿Cómo explicar entonces la homosexualidad que va contra el
instinto evolutivo de reproducción que se encuentra en todos los animales? ¿Cómo
explicar que haya individuos en la especie que se embarcan en relaciones con el
mismo sexo en contra del imperativo evolucionista de reproducción? Los
evolucionistas no tuvieron otra opción que explicar que la relación homosexual,
al ir en contra del instinto natural de reproducción, debe corresponder a una
anomalía, una enfermedad. La ciencia evolutiva de la época - medicina,
biología, siquiatría, sicología - va a tratar entonces a las conductas que se
alejan de la heterosexualidad como patologías o perversiones. Es importante
destacar este hecho, pues esta clasificación científica, por ejemplo, de la
homosexualidad como una perversión no tiene nada que ver con la tipificación de
una perversión moral (la lectura común, como si los científicos tuvieran un
juicio moral sobre la homosexualidad) sino con la caracterización de una
conducta como una perversión respecto del propósito evolutivo del sexo (la
reproducción de las especies). Cuando los siquiatras en los años 1970s
comenzaron a desclasificar la homosexualidad como perversión simplemente
expresaban el cambio desde una teoría científica a otra (como veremos más
adelante).
Desde
las primeras décadas del siglo XX Sigmund Freud (1856-1939) surgió como el más
popular referente científico en materias de sexo y erotismo en occidente. La
teoría darwiniana de la evolución tuvo una gran influencia en Freud: la teoría
sicoanalítica tiene ciertos componentes biológicos (hereditarios). Esta deuda
de Freud con Darwin se deja ver en la percepción freudiana de ciertos aspectos
de la psiquis humana como biológicamente heredados, fijos y determinados. Un
ejemplo famoso es el del deseo sexual: Freud diría que “no existe sino una
libido y esta es fálica”. Para Freud el apetito sexual humano es básicamente
masculino. Freud entendía que el hombre es el agente sexual activo, mientras la
mujer es más bien un actor pasivo (para Freud la sexualidad femenina era de
naturaleza masoquista). En esta misma línea de la importancia de lo heredado
Freud va a observar que lo anatómico (biológico) juega un papel clave en la
definición de la masculinidad y la feminidad: las diferencias sicosexuales
entre hombres y mujeres se explican a un nivel basal como diferencias
genitales. Cuando la niña descubre que carece de los genitales masculinos
interioriza la idea de ser de menor valor, una persona más desvalida que el
hombre (cuestión que Freud expresó como la famosa y controversial “envidia del
pene”). Esa carencia inculca en la mujer la idea de tener menos poder y menos
autoridad que el hombre. La mujer entiende que sus propios genitales son de
menor valor o poder que los genitales masculinos y su respuesta instintiva ante
este descubrimiento es entregarse al cuidado y protección masculina: primero del
padre y luego del marido. Hasta ahí la teoría freudiana. Ahora bien, Freud no
creía que todo tenía una raíz biológica o heredada: había espacio para la
influencia social, lo que explica el mecanismo de represión. Además, a
diferencia de sus contemporáneos, tampoco Freud veía una relación estricta
entre lo biológico y el comportamiento sexual de las personas; Freud creía que
todos los seres humanos tenían una potencial tendencia a la bisexualidad (la
teoría se la sugirió uno de sus amigos íntimos, Wilhelm Fliess: Freud mismo ha
sido caracterizado como bisexual). En una época en la que nace la distinción
heterosexual-homosexual Freud no veía la conducta homosexual como algo malo per se. La convivencia de factores
biológicos (heredados) y socioculturales en el sicoanálisis es un anuncio del
cambio de percepción respecto del imperio de la explicación biológica.
En el siglo XIX y hasta la primera mitad del siglo
XX las respuestas biológicas llevaron la delantera, principalmente por la
influencia de la evolución darwiniana. Por entonces se suponía que una persona
tenía una identidad determinada por su herencia biológica – el esencialismo
biológico expresado en “biología es destino” – de manera tal que una persona
nace inteligente o bruto, hombre o mujer, honesto o delincuente y así
sucesivamente. La influencia ambiental era despreciable y lo importante era
ayudar a la evolución humana con las herramientas eugenésicas: por una parte
eso significaba mantener y mejorar las buenas características hereditarias y
por otra restringir o suprimir los factores negativos. Pero el determinismo o
esencialismo biológico entró en crisis a mediados del siglo XX. Por un lado la
crisis de la eugenesia (sobre todo por el experimento nazi en Alemania) había
debilitado las posturas biológicas en el ánimo de muchos europeos, por otro
Freud ya había abierto la puerta para una doble explicación a la conducta
sexual: biológica y social/cultural. En la Europa de la post guerra el terreno
estaba preparado para una teoría sociocultural de la sexualidad.
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