viernes, 27 de diciembre de 2013

El Arte de la Violación



“El Rapto de Europa” es una auténtica obra de arte: su autor, el Tiziano (c. 1490-1576), es un personaje clave en la pintura del siglo XVI y la obra misma una de las más importantes del arte renacentista. Pero la pintura es atrayente además por la historia que la rodea y las discusiones a las que ha dado lugar incluso en las últimas décadas. Así, por ejemplo, no sabemos qué nombre le dio el Tiziano y el título actual procede aparentemente de comienzos del siglo XVII, aunque está inspirado en la íntima relación entre la pintura y el motivo mitológico que le dio origen. En la mitología griega, Europa era hija del rey de Tiro y por tanto una princesa fenicia. Siendo una joven muy hermosa, atrajo las miradas del libidinoso Zeus, el soberano entre los dioses del Olimpo. Haciendo gala de su lujuria, Zeus adopta la forma de un poderoso toro para acercarse a la princesa. En el momento en que Europa, junto a sus doncellas, acompaña el rebaño de su padre en la orilla del mar, el toro (Zeus) se aproxima a la joven como un animal tierno y sumiso. Atraída por esta inesperada aparición Europa adorna con guirnaldas de flores los cuernos del toro y viéndolo dócil monta sobre él; ese es precisamente el momento esperado por el animal para zambullirse en el mar y nadar rumbo a Creta con su preciada carga. El mito no describe lo que allí sucede y sólo nos informa después que Europa ha quedado embarazada de Zeus. Ahora bien, para cualquiera que esté ligeramente familiarizado con los mitos griegos no es un misterio que Zeus viole a Europa en la isla. A decir verdad, la conducta de Zeus sigue un patrón más o menos estándar: cuando el padre de los dioses veía a una muchacha atractiva adoptaba una forma animal para atraer a la joven, secuestrarla, llevarla a un lugar retirado y allí violarla. El historial de seducciones, raptos y violaciones de mujeres y diosas a manos de Zeus es lo bastante extenso como para que el capítulo de Europa en realidad no sea más que un pequeño episodio. Empero, más de mil quinientos años después de que este episodio fuera redactado en el mundo grecorromano, atrajo la atención del maestro Tiziano.

La pintura se exhibe actualmente en el Isabella Stewart Gardner Museum de la ciudad de Boston, Estados Unidos, y es considerada como la mayor obra del Renacimiento italiano disponible en una colección americana. Fechada aproximadamente entre los años 1559 y 1562, la pintura inicialmente era parte de la obra que el Tiziano ejecutaba para su patrón de ese entonces, el rey Felipe II de España. En los círculos aristocráticos en los que se desenvolvían artistas y mecenas del Renacimiento, las historias de la mitología grecorromana eran ampliamente conocidas y formaban parte, hasta cierto punto, del currículum educativo de las élites. De modo que, si bien la pintura sólo muestra el rapto de Europa, de hecho sugiere asimismo la inminencia del ataque sexual, como por lo demás lo sabría cualquier buen conocedor del mito; el cielo gris y tormentoso hacia donde se dirige el toro con su princesa apunta hacia el dramático final: la desfloración de Europa. Pero la pintura no sólo anuncia la violencia sexual, también la erotiza. Varios detalles han llamado la atención de los expertos en este sentido. El despliegue del cuerpo de Europa es generoso en exhibir bastante de su anatomía desnuda. El sutil detalle de la mano de la mujer asida del cuerno del toro (un elemento fálico y por tanto de insinuación sexual). El Cupido que tiene su arco relajado, como si ya hubiese disparado su flecha y la princesa se hubiera enamorado (¿de su agresor?). A su vez, las miradas de los cupidos parecen dirigidas no al rostro de Europa, sino más bien a su entrepierna descubierta (¿tal vez a sus genitales?). La pañoleta o tela al viento, una señal de triunfo más que de dolor. Pero por sobre todo, el rostro de la princesa, inclinado en un ángulo tal que deja en la duda al espectador, ¿está asustada o disfruta el momento? ¿Expresa angustia o simple resignación? El conjunto de estos elementos lleva a muchos analistas a preguntarse si es una escena trágica o si la mujer está excitada por lo que viene. De ahí que la representación de Tiziano plantee la erotización del acto de violación. Pero hay aún un detalle más decidor. Si miramos con atención la pintura apreciamos claramente que el único personaje que nos observa es el toro. ¿Qué tiene de particular? Bueno, los expertos nos enseñan que cuando un personaje nos observa a través de una pintura, está invitando a los espectadores a poner su atención en él, a ponernos en su lugar, a simpatizar con él. Por lo que hemos dicho del mito en el que se inspira la pintura, la mirada del toro es un gesto y una invitación a simpatizar con el punto de vista del violador. En resumen, la representación sensual y excitante de Europa, la mirada del toro hacia nosotros y la ambigüedad erótica del cuadro, todo nos lleva a cuestionarnos si estamos ante una tragedia o una escena de placer. Lo que a su vez plantea – según otros eruditos – la ambigüedad moral que escenifica la pintura y que ronda por cierto casi todo acto de violación: ¿hay consentimiento o no? ¿Acaso mera resignación? Dado el problema que plantea el espinoso asunto del consentimiento en cualquier cargo judicial por violación, el dilema moral que sugiere esta obra maestra del Tiziano no deja de ser significativo para nosotros.

Pero, después de todo lo dicho, se preguntará el lector, ¿acaso el Tiziano era una especie de personaje indecente que no entendía la gravedad de una agresión sexual tan denigrante como la violación? ¿Por qué no fue más explícito en representar a una Europa horrorizada, en lugar de una mujer moralmente ambigua? Para ser justos, el Tiziano trataba de representar una historia griega y en la Grecia clásica, tanto en su mitología como en la vida real, las mujeres eran comúnmente entendidas como seres inmorales, casi degeneradas, siempre en busca de placer sexual. De esta idea de que las mujeres son seres sexualmente insaciables había sólo un paso a creer que las mujeres se excitan con la violación. Que en el fondo a la mujer le gusta ser violada es exactamente lo que creían los misóginos griegos; por brutal que nos parezca, los griegos daban por hecho que a las mujeres les encanta la violencia sexual masculina. Es casi como que los griegos nos dijeran: “¿te gusta esa mujer? Entonces viólala; así se trata a las mujeres”. Empero, por sorprendente que nos parezca, las ideas grecorromanas sobre la mujer y la violación no desaparecieron con el fin de esa civilización y el advenimiento del cristianismo. Investigaciones recientes nos advierten que la fantasía de que las mujeres disfrutan ser violadas estaba ampliamente extendida al menos entre los pintores del Renacimiento italiano, como lo demuestra Diane Wolfthal en “Images of Rape: The “heroic” tradition and its alternatives” (Cambridge, 1999), o en el arte renacentista y barroco italiano según lo reseña Yael Even en “Commodifying images of sexual violence in sixteenth-century Italy”, Source (2001) 20:13-19 y “The Emergence of Sexual Violence in Quattrocento Florentine Art” en “Violence in fiftheenth-century text and image”, E. Ducruck y Y. Even (eds.) Camden (2002). Incluso el tratamiento judicial de casos de violación en la Venecia renacentista apunta en la misma dirección, como lo sostiene la investigación de Guido Ruggiero, “The boundaries of eros: Sex crime and sexuality in Renaissance Venice” (Oxford University Press, 1985). Definitivamente mil años de cristianización no habían podido o sabido borrar los viejos mitos grecorromanos sobre mujeres y violación.

A casi cuatro siglos y medio de su composición, y en un contexto cultural muy distinto al de los griegos o al del Renacimiento, los espectadores modernos han comenzado a ver con otros ojos tanto el mito de Europa como la pintura de Tiziano que tan magistralmente se inspira en él. La violencia sexual en general y la dirigida contra la mujer en particular ya no son vistas con la condescendencia de antaño y por ello no es extraño que tanto una espectacular obra de arte, “El Rapto de Europa”, como su autor, el Tiziano, sean objeto de serias revisiones y cuestionamientos que confrontan la ética con el arte de la violación.


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