En nuestro comentario anterior comenzamos a explorar uno de los pasajes más intrigantes y desconcertantes de los primeros capítulos del Génesis: la embriaguez de Noé y la subsiguiente maldición de Canaán (Génesis 9: 18-29). Hemos tenido ocasión de destacar la dificultad del pasaje, sobre todo dada su brevedad y los escasos datos que nos entrega el texto. Asimismo repasamos las posibilidades que nos proporciona la lectura psicoanalítica, teniendo en cuenta la connotación sexual que el pasaje presenta según diferentes teorías de interpretación muy antiguas (judías y cristianas); lo anterior queda ilustrado en la explicación psicoanalítica de Ilona N. Rashkow, en la cual una tensión sexual (homoerótica) entre Noé y Cam explicaría la maldición del hijo de este último. Nuestro interés ahora es estudiar otras posibles lecturas y construir así una mirada más amplia a tan enigmático relato.
Como todos reconocen, el recurso a la
connotación sexual de la historia proviene de las frases “y estaba descubierto
en medio de su tienda” (Génesis 9:21), “vio la desnudez de su padre” (Génesis
9:22) y “supo lo que le había hecho su hijo más joven” (Génesis 9: 24). La
imagen de un Noé ebrio y desnudo sugiere entonces la atmósfera sexual de lo que
ocurrió después, algo tan grave que explicaría la drástica reacción del
patriarca y la resultante maldición de su nieto. Pero la segunda de las frases
apuntadas – “vio la desnudez de su padre” – sigue siendo objeto de polémica.
Quienes creen que se trata del típico eufemismo bíblico para referirse a un
acto sexual invocan paralelos lingüísticos (Levítico 18), lo cual respaldaría
la idea de que lo que hubo en la tienda fue un acto sexual entre Noé y Cam, o
bien un acto de incesto entre Cam y su madre (comparar la acción de Rubén,
Génesis 35:22). Pero como señalamos en el comienzo, el pasaje tiene sus
complejidades. Lo que sea que haya sucedido en la tienda se nos aclara en parte
por la conducta posterior de los hermanos de Cam: “y andando hacia atrás,
cubrieron la desnudez de su padre, teniendo vueltos sus rostros, y así no
vieron la desnudez de su padre” (Génesis 9:23). El texto nos informa luego que
la reacción de Noé tras despertar de su borrachera fue no sólo maldecir a
Canaán sino contrastar la conducta de Cam con la de sus hermanos, de ahí la
bendición sobre Sem y Jafet. Pero aquí la historia se torna más reveladora. Sem
y Jafet son bendecidos no porque no incurrieron en un acto sexual como lo habría
hecho Cam, sino porque “no vieron la desnudez de su padre”. Toda la descripción del pasaje apunta a algo
muy simple: Sem y Jafet caminaron de espaldas y literalmente no miraron a su
padre desnudo. Aparentemente este sólo acto les valió la bendición de su padre.
Lo que nos lleva nuevamente a preguntarnos, si el no mirar a su padre desnudo
vale una bendición, ¿el solo acto de mirar vale una maldición? Pero ya
señalamos que la mayoría de los intérpretes considera que la frase “vio la
desnudez de su padre” tiene una connotación sexual; después de todo, si sólo se
tratara de mirar o no mirar un cuerpo desnudo, ¿cómo explicar entonces una
reacción a todas luces desproporcionada de parte de Noé? Ergo, mirar no es un
acto suficientemente grave, debe
haber ocurrido algo más.
En 1997 se publicó un artículo muy
interesante, “Auguries of Hegemony: The
Sex Omens of Mesopotamia”; en él, su autora, Ann Kessler Guinan, investiga
una colección de augurios/oráculos sexuales del primer milenio antes de Cristo,
llamada summa alu, y nos explica que
en la antigua Mesopotamia el acto de mirar la desnudez de otra persona podía
ser un asunto muy delicado: “El poder es ejercido por el sujeto que mira a
otro. Ser objeto de una mirada lo vuelve a uno vulnerable y expuesto”. Guinan
apunta que el acto de mirar está cargado o revestido con una dinámica de poder
en la literatura acadia porque el acto de mirar es un acto de tomar algo del
otro (el observado). En su revisión de los augurios sexuales, Guinan concluye
que la acción masculina de mirar a una mujer es auspiciosa porque está “basada
en la apropiada relación entre el hombre sujeto y la mujer objeto” en la
ideología mesopotámica. Tal caso queda ilustrado en el relato mitológico de la Epica de Gilgamesh, cuando la Tableta I describe el encuentro
entre Enkidu – compañero íntimo de Gilgamesh – y la diosa Shamhat, la cual se
despoja de sus ropas y ofrece su cuerpo desnudo para ser vista y explotada por Enkidu, el tipo de relación que debe
existir entre una fémina (aunque sea una diosa) sumisa y complaciente de una
parte, y el hombre que usufructúa del derecho masculino a disfrutar la desnudez
femenina por otra. El texto épico señala explícitamente que Shamhat “reveló su
vulva” a los ojos de Enkidu; siguiendo la lógica de Guinan, al dejar que sus
genitales sean vistos por el hombre, Shamhat se somete a Enkidu, mientras el
héroe se convierte en el poseedor de Shamhat, lo que efectivamente confirma el
texto, pues literalmente Enkidu toma posesión de Shamhat copulando con ella. En
resumen, Guinan nos enseña que en la literatura mesopotámica se despliega el
poder simbólico del mirar como el acto de ejercer control sobre otro(s). Ahora
bien, no cualquier mirar es válido; en la ideología masculina de la antigua
Mesopotamia el mirar de un hombre a una mujer es auspicioso, en cambio el mirar
de una mujer sobre un hombre es todo lo contrario, le resta masculinidad a un
hombre, por así decirlo, pues lo convierte en objeto, lo disminuye
(implícitamente, sólo la mujer es considerada objeto en este contexto). Algunos
ejemplos de los augurios aclararán esto:
4.
“Si un hombre mira repetidamente la vagina de su mujer, su salud irá mejor;
extenderá sus manos sobre todo lo que no es suyo”,
5.
“Si un hombre está con una mujer (y) mientras ella lo mira ella reiteradamente
observa su pene, cualquier cosa que él encuentre no estará segura en su casa”.
Guinan explica la hegemonía masculina de los
augurios mesopotámicos en su ideología de dominación y subyugación competitiva:
“Asuntos de poder, género y sexualidad se convierten en cuestiones de agencia e
identidad social masculina”. En resumen, para un hombre es de buena suerte
mirar los genitales de una mujer, en cambio es de mala suerte que una mujer
mire los genitales masculinos. O para exponerlo en palabras de Guinan, el mirar
los genitales es un escrutinio poderoso que puede “debilitar” el “dominio y
control” propios.
De esta breve pasada por el artículo de
Guinan podemos volver ahora a nuestro texto en Génesis y replantearnos el caso
Cam. Si en la antigua Mesopotamia el acto de mirar, en particular los genitales
de otro, puede debilitar la “masculinidad” o socavar el “dominio y control” del
observado, entonces la frase del Génesis - “vio la desnudez de su padre” – bien
podría describir una acción temeraria de parte de Cam, un acto de usurpación que
atentaría contra la autoridad del patriarca. Pero ¿podemos extrapolar patrones
culturales vigentes en Mesopotamia al relato bíblico? Al menos hay evidencias
textuales de que el acto de mirar también tiene connotaciones morales – y mortales
- en el mundo bíblico (Génesis 19:26; Éxodo 33:20; Jueces 13:22; 1 Samuel
6:19). Así que no andamos mal encaminados si suponemos que el acto de mirar a un
padre desnudo sí adquiriría un valor transgresor tan potente que, al menos,
explicaría la airada reacción de Noé. Más aún, si ese “mirar” podía revestir un
intento de socavar la autoridad paterna y de exaltar a Cam a un sitial que no
le correspondía, entonces dicha auto exaltación ilegítima podría ser
contrapesada con la fuerte condena a servidumbre/esclavitud (“siervo de
siervos”) de la descendencia de Cam. Si nuestra lectura de Guinan es correcta,
al menos tenemos una alternativa para entender qué fue lo que Cam le hizo a su
padre, una alternativa que, como señala David M. Goldenberg, no ha sido usada
aún por lo expertos en el tratamiento de este pasaje. Sí, es verdad, el pasaje
aún sigue siendo elusivo y difícil, pero quizás ahora podemos mirar a Noé con
otros ojos.
Excelente enseñanza, gracias
ResponderEliminarGracias, espero te sea de utilidad.
EliminarAun cuando el asunto parezca dudoso, el libro de Samuel dice que Cam sodomizo a su padre.
ResponderEliminar