“Después comenzó Noé
a labrar la tierra, y plantó una viña; y bebió del vino, y se embriagó, y
estaba descubierto en medio de su tienda. Y Cam, padre de Canaán, vio la
desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera… Y
despertó Noé de su embriaguez, y supo lo que le había hecho su hijo más joven,
y dijo: Maldito sea Canaán; Siervo de siervos será a sus hermanos”.
Génesis 9:20-26.
El incidente que llevó a la maldición de
Canaán debe ser uno de los más curiosos y a la vez interesantes de los relatos de
los patriarcas bíblicos (Génesis 1-11), entre otras razones, porque señala el
primer caso de bendiciones/maldiciones de padres a hijos, un tema que se
volverá recurrente y relevante en la Biblia.
Pero hoy esa atracción se potencia aún más dada el desarrollo
de modernas disciplinas científicas para desentrañar el significado de un
texto. En particular, la aplicación del psicoanálisis y las técnicas
psicoanalíticas para el estudio literario han abierto todo un nuevo campo en la
siempre compleja tarea de exégesis e interpretación; el campo de “literatura y
psicoanálisis” es tan basto que nuestro modesto propósito en lo que sigue es
sólo ilustrar en una forma muy limitada y puntual las posibilidades (y
limitaciones) que esta investigación ofrece para cualquier lector. Cuando el
material de estudio es la
Biblia estamos en presencia de lo que actualmente se llama el
psicoanálisis bíblico y algo de eso es lo que trataremos de ilustrar con la
historia de Noé.
Digamos de entrada que la historia del
psicoanálisis tiene mucho que ver con la investigación de la sexualidad humana,
de lo cual se habrá dado cuenta cualquiera que haya leído a Freud. Bueno,
precisamente un asunto de sexualidad (según una mayoría de intérpretes, a lo
que otros agregan racismo y esclavitud, pero que por ahora escapan a nuestro
tratamiento) es lo que nos propone el relato del Génesis arriba citado. Prima facie esta afirmación pudiera ser
desconcertante, pero la clave aquí está en la enigmática frase: “vio la
desnudez de su padre”. Aunque no exactamente igual, un paralelo llamativo se
haya en Levítico 18, “descubrir la desnudez”, en ese caso de un familiar, es
sinónimo de mantener relaciones sexuales proscritas debido a la consanguinidad.
Reiteramos que la expresión no es idéntica, pero crea un escenario de
relaciones entre parientes, muy semejante al relato de Génesis 9, de Noé y Cam,
padre e hijo. En una época tan temprana como la de la formación del Talmud
babilónico (entre los siglos I y VII de nuestra era), los rabinos ya discutían
qué quería decir exactamente aquello de “ver la desnudez” de Noé. Dos
interpretaciones se disputaban la aprobación exegética. Había quienes sostenían
que Cam había castrado a su padre, para lo cual se invocaba como ejemplo el que
después del diluvio Noé no tuviera más hijos, mientras que otros entendían que
había habido una relación homosexual (¿el hijo violó al padre? ¿O el padre
abuso de su hijo?). Lo que haya sido, fue un asunto tan grave, gravísimo, que
llevó a la posterior maldición de Canaán. Pero mejor vayamos a la historia. El
diluvio ha terminado, Noé y sus hijos salen del arca y caminan libres por la
tierra seca. Noé planta una viña, bebe del vino y se emborracha; aparentemente
se duerme ebrio y desnudo en su tienda (ver imagen principal, pintura de Giovanni Bellini). Luego Cam ve la desnudez de su padre y
sale y se lo cuenta a sus hermanos, Sem y Jafet, quienes cubren a Noé sin
mirarlo. Noé despierta y enterado de lo sucedido maldice a Cam, pero bendice a
Sem y a Jafet. Fin de la historia. Un relato desconcertante, que ha suscitado
preguntas recurrentes a lo largo de los siglos. ¿Qué fue exactamente lo que
hizo Cam? ¿Fue tan grave como para merecer una maldición? Y si Cam actuó mal,
¿por qué Noé maldice a su nieto Canaán, quien aparentemente no tiene parte en
el asunto? Peor aún, ¿por qué la solemne frase “esclavo de esclavos”? ¿Está
condenando Noé a Canaán a la esclavitud?
Es importante advertir al lector de las muchas
interpretaciones y respuestas que se han sugerido a lo largo del tiempo para
tratar de resolver este “puzzle” en que se ha convertido este controvertido
pasaje. En nuestro análisis seguiremos el tratamiento de Ilona N. Rashkow (capítulo
“Psychology”, en el “Cambridge Companion to the Bible and Culture”)
para ver a dónde nos conducen las técnicas psicoanalíticas de estudio
literario. Rashkow propone el proceso psicoanalítico que consiste en hacer
preguntas atingentes del tipo: ¿Se desnudó Noé de manera inadvertida, producto
de su borrachera, o fue un acto deliberado? ¿Cuándo llegó Cam a la tienda? ¿Fue
una situación fortuita o estaba ya Cam dentro de la tienda? Al tanto de la
escasa información bíblica disponible, Rashkow se atreve a conjeturar que tal
vez Noé tenía algún grado de conciencia cuando se desnudó, lo que a su vez
estaría relacionado con los efectos sicológicos del alcohol: la pérdida de las
inhibiciones o la liberación de los instintos y deseos básicos. Rashkow cree
que tal vez el efecto del alcohol haya liberado deseos ocultos de Noé, por
ejemplo, fantasías sexuales (¿inconscientes, inconfesadas?) relacionadas con su
hijo Cam. Con respecto a las antiguas interpretaciones de los rabinos, en el
sentido de que habría sido Cam el principal responsable del acto indecente,
Rashkow es más bien escéptica, pues la acción posterior de Cam (verso 22: “… y
lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera”) no tendría sentido, cree ella:
¿por qué Cam habría abusado/castrado a su padre para luego salir a ufanarse de
ello ante sus hermanos? No, para Rashkow el peso del acto indecente recae sobre
Noé, no sobre Cam. La posterior maldición de Cam es vista por Rashkow como una
prueba adicional de que es Noé quien actuó mal. Rashkow cree que la clave aquí
son conceptos como “vergüenza” y “culpa”, términos técnicos de amplia historia
en el análisis psicoanalítico. La culpa, nos explica Rashkow, tiene que ver con
prohibiciones (familiares, grupales,
sociales) cuya transgresión genera angustia y temor de castigo. La vergüenza,
por su parte, tiene que ver con la ansiedad resultante del fracaso en no
cumplir con las metas e ideales del
grupo (en oposición a las prohibiciones), en otras palabras, el no cumplir con
las expectativas que se tienen sobre lo que se supone que uno debería hacer,
decir, saber o sentir. Rashkow recuerda que es común que en casos de abusos
sexuales, el abusador, tomada conciencia de una relación sexual inapropiada, y
sintiendo la culpa y la vergüenza de haber actuado en contra de lo que se
espera de su conducta, revierta la situación culpando a la víctima de haber
provocado la situación de abuso. Ahora estamos en condiciones de invocar a
Freud. Es el clásico mecanismo freudiano de defensa psicológica Rashkow cree
que la historia de Noé y Cam puede leerse en tales términos. Cuando Noé
despierta de su borrachera, bruscamente toma conciencia de que una relación
inapropiada tuvo lugar o bien se insinuó, en cualquiera caso trayendo a la luz
una oculta inclinación sexual de Noé; consiguientemente, Noé es embargado por
la culpa y la vergüenza, al reconocer en su intimidad sus incorrectas
inclinaciones. Entonces actúa el mecanismo freudiano: como una movida de
autodefensa Noé culpa a Cam de lo ocurrido, aliviando así su propia conciencia.
En otras palabras, no es él el que actuó mal, sino Cam, su hijo es el culpable,
él (Noé) es la víctima. Pero esto nos deja con otro problema: ¿Por qué Noé
maldijo a Canaán y no directamente a Cam? Rashkow gira aquí hacia otro
referente del psicoanálisis: Lacan. Rashkow cree que la teoría lacaniana podría
explicar por qué Noé maldice a su nieto y no a su hijo. La respuesta sería que
de esta forma Noé estaría realizando una castración simbólica de Cam al condenarlo a la servidumbre (esclavitud),
despojándolo así de todo poder y reduciéndolo a una condición de pasividad, o
sea, una condición femenina, como Noé contempla a Cam (afeminado).
Hasta ahí la interpretación psicoanalítica de
Rashkow. Es cierto que el apretado resumen anterior no hace justicia a toda la
elaboración teórica de Rashkow, pero para nuestros fines es suficiente por
ahora para ilustrar la aplicación de las técnicas psicoanalíticas en lo que
dice relación con el estudio de la literatura bíblica. Habrá que aclarar
asimismo que la lectura de Rashkow es sólo una entre muchas posibles
interpretaciones psicoanalíticas. Con todo, la seductora invocación que hace
Rashkow a clásicos del psicoanálisis como Freud y Lacan todavía nos deja con
muchas preguntas sin responder, prueba de la dificultad del pasaje. Por lo
pronto, la situación de Canaán se nos aparece como la parte más débil del
argumento de Rashkow, pues si se quería condenar como carente de hombría o
afeminamiento a la descendencia de Cam, ¿por qué sólo maldecir a Canaán en
particular y no a todos sus hijos? Por otro lado, la caracterización que hace
Rashkow de Noé, como un hombre traspasado por bajas pasiones, nos parece que no
hace mucha justicia a la descripción bíblica del personaje (ver Génesis 6:8-9;
9:1). En fin, el affaire de Noé y Cam sigue siendo tan elusivo como siempre,
pero ¿cómo afecta el método psicoanalítico nuestra propia comprensión de esta sorprendente historia? ¿Cuáles son las
ventajas y debilidades de este tipo de lecturas? En los próximos estudios
intentaremos otro vuelta de mano a este interesante pasaje del Génesis.
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