El último paso que daremos por el mundo del
cine se centra esta vez en un actor que con el tiempo cambió las películas por
la política: Ronald Reagan (1911-2004). Nuestra elección del personaje no es
antojadiza, pues varios nexos notables ligan a Reagan con el universo estoico
de Star Wars (La Guerra de las Galaxias, ver artículo anterior,
octubre 2010). En primer lugar, lo obvio: buena parte de la trilogía inicial se
filmó bajo la presidencia de Reagan. En segundo lugar, lo nominal: Reagan lanzó
en los 80s un programa de defensa antimisiles para contrarrestar la amenaza
nuclear soviética que se conoció popularmente como Star Wars. En tercer lugar, lo sutil: la astrología. Aunque de
seguro no con el mismo compromiso con el que los estoicos (o la mayoría de
ellos) creían en la astrología, definitivamente el 40º presidente de los
Estados Unidos – y el último de la Guerra
Fría - tenía una larga relación con horóscopos y astrólogos.
Se trata de una historia tan sorprendente como increíble.
En astrología las fechas lo son todo y esta
historia porta la marca de una fecha ominosa: 30 de marzo de 1981, un
desconocido John Hinckley intenta asesinar al presidente Reagan. La oportuna
respuesta del servicio secreto de seguro salvó al presidente. Parece que Reagan
nunca perdió su presencia de ánimo, pues cuando una acongojada Primera Dama
llegó al hospital para verle, éste la habría saludado con la célebre frase con
la que Jack Dempsey explicó a su esposa su derrota en el ring: “Cariño, se me
olvidó agacharme”. Pero Nancy Reagan no estaba para bromas. Angustiada ante la
posibilidad de que algún otro desquiciado o un terrorista atacara nuevamente a
su marido, se contactó de inmediato con una vieja conocida de su estancia en
California: Joan Quigley. La astróloga californiana confirmó a la Primera Dama que de
haber estado atenta a su marido, podría haber previsto el atentado. Desde
estonces Nancy Reagan sostuvo entrevistas periódicas con Quigley. Para poner en
perspectiva los hechos debemos recordar que Reagan gobernó dos periodos
(1981-1989), por lo que el atentado de Hinckley tuvo lugar casi al comienzo de
su mandato. Lo anterior significa que durante gran parte de la administración Reagan,
su esposa Nancy mantuvo como una de sus consejeras más íntimas y confiables a
Quigley. Pero, ¿qué impacto tuvo esto en los norteamericanos? ¿Aprobaban los
electores que entre los consejeros de la presidencia figurara una practicante
de la astrología? La verdad es que el asunto era desconocido para la población,
la que sólo se enteró de todo esto tras la salida de Donald Regan de la Casa Blanca. Regan había
asumido en 1985 como uno de los principales consejeros políticos del
presidente, pero debió renunciar en 1987 en la estela dejada por el escándalo
Irán-Contras. Empero, las malas lenguas aseguraban que la Primera Dama , con quien Regan
tuvo una pésima relación, fue clave en su salida. Algo de cierto habría en el
chisme, pues lo primero que hizo Regan tras salir del gabinete fue escribir un
libro (“For the Record: From Wall Street
to Washington”, 1988) donde desclasificó “el secreto mejor guardado” de la
Casa Blanca :
“Virtualmente
cada movida o decisión mayor que los Reagan hicieron durante mi periodo como Jefe de
Asesores de la Casa Blanca
era visado previamente con una mujer de San Francisco que consultaba los
horóscopos para asegurarse que los planetas estuvieran en una alineación
favorable para la empresa”.
De creer al ex asesor, la Primera Dama
consultaba a la astróloga para arreglar la agenda de la
Casa Blanca , organizar viajes y
conferencias oficiales, incluso un asunto tan delicado como el bombardeo de
Trípoli (Libia) habría sido coordinado con la correcta alineación estelar. El
libro desató primero la incredulidad y luego el escándalo. ¿El presidente de
los Estados Unidos y su esposa consultaban regularmente a una adivina? Nadie
daba crédito a los titulares sensacionalistas que reprodujeron luego la noticia
en todos los medios. Ni los más crédulos habrían imaginado la larga relación
que para entonces mantenía la pareja gobernante con las estrellas (no las del
cine, sino las celestiales).
De entre lo mucho que se publicó en prensa
por aquellos años relativo al affaire
Quigley, un artículo de People del
23 de mayo de 1988 (“The President´s
Astrologers. The Reagans Have Been Sneaking Peeks at the
Stars for a Long, Long Time”) nos ayudará a refrescar los nexos entre la adivina y los Reagan. De entrada, la investigación periodística nos aclara que el mundillo de
las estrellas de Hollywood hacía mucho rato que flirteaba con la adivinación
astrológica. Conviene recordar que tanto Ronald Reagan como Nancy Davis eran
actores desde los años 40s; de hecho, ambos se conocieron cuando Reagan era
presidente del sindicato de actores y Nancy acudió a hacerle algunas consultas.
Reagan – separado de Jane Wyman en 1948 – contrajo matrimonio con Davis en
1952. Como actores, no eran ajenos a lo que ocurría en ese medio desde los años
30s, cuando la astrología se había vuelto fashion
entre las estrellas de California, sobre todo de la mano del astrólogo de las
celebridades, Carroll Righter. Ideólogo de las “fiestas zodiacales” que
entretenían a las estrellas del cine y servían como vehículo promocional de sus
“habilidades”, el círculo de Righter sería la envidia de muchos: Marlene
Dietrich, Cary Grant, Grace Kelly (más tarde princesa de Mónaco), Charlie
Chaplin, Tyrone Power, Rhonda Fleming, Lana Turner (“Doctor Zhivago”), Susan
Hayward, William Holden … Righter se codeaba con lo más granado de los famosos
del cine, señal de que sus servicios y consejos eran bien apreciados. Sobre
dichos consejos hay detalles sabrosos, aunque para oídos más vulgares pueden
parecer rayanos en lo ridículo: la obsesión de Righter con el tiempo era muy
estricta, como cuando sugirió a Susan Hayward que firmara un contrato a las 2:47
AM, o a un triunfador gobernador Reagan para que inaugurara su mandato a
medianoche. Claro, para un astrólogo tan importante como la fecha lo es la
hora, hay que estar atento al momento exacto cuando los astros son propicios,
de lo contrario todo puede irse al carajo. Mientras todo esto pasaba en la
privacidad, la vida pública de Reagan llegó a su apogeo con los dos mandatos
como gobernador de California (1967-1975), sus primeros éxitos políticos con el
partido Republicano. Según testigos de la época, Nancy Reagan siguió siendo por
esos años una asidua aunque discreta visitante de la mansión de Carroll
Righter; la ascendente carrera política de Reagan hizo más urgente la guía
espiritual y astrológica de Righter.
Para
los años setenta el gobernador Reagan ya sonaba como candidato presidencial
entre los republicanos. Sin embargo, las cartas de Righter no eran muy
favorables, cuestión que al parecer irritó a Nancy; lo cierto es que por esos
años la esposa del gobernador halló una nueva consejera en materias astrales:
Joan Quigley, a quien conoció en un programa de TV. Sería Quigley quien
confirmó a una ansiosa Nancy Reagan que 1980 era el año: los cielos anunciaban
la derrota de Carter y la victoria de su marido. Lo demás ya es historia. Tras
finalizar la era Reagan, Quigley publicó su propio descargo, “What Does Joan Say?: My Seven Years as White
House Astrologer to Nancy and Ronald Reagan” (1990), donde comentó: “Ni desde los días de los emperadores romanos
– ni jamás en la historia de la
Presidencia de los Estados Unidos – un astrólogo había jugado
un papel tan significativo en los asuntos de Estado de una nación”. Una
afirmación rimbombante; discutible quizás para Estados Unidos (o al menos para
quienes creen que ya Teo Roosevelt seguía los horóscopos), pero insostenible para
el resto del mundo, pues astrólogos y gobernantes conforman una dupla conocida
desde los días de Babilonia.
¿Qué
importancia puede tener para nosotros el entuerto astrológico de los Reagan?
¿No sabemos acaso que la astrología es pura superstición? En su momento el affaire Quigley tuvo pequeños costos
políticos para el presidente, opacado entonces por otros asuntos más
apremiantes. Claro que Reagan no se libró de las burlas de los demócratas y de
cierto sector del mundo académico de su país; después de todo el mandatario
republicano representaba al sector más conservador de la sociedad y buena parte
de su base electoral eran evangélicos practicantes, para quienes de seguro la
noticia de que su presidente consultaba el horóscopo del periódico mientras la Primera Dama se asesoraba con
una adivina debió resultar particularmente chocante. Con todo, Reagan salió de la Casa Blanca como uno
de los presidentes más populares de los últimos tiempos, mucho más popular por
cierto que cuando llegó allí. El tiempo, ese bálsamo natural que se encarga de
pulirlo todo, suavizaría los aspectos más indecorosos de la herencia de Reagan
- horóscopos incluidos – de modo que el mandatario encarna hoy la quintaesencia
del espíritu republicano, del presidente con valores cristianos tradicionales. Para
nosotros queda la reflexión del episodio más freak de la era Reagan, en los inicios del despertar conservador
estadounidense de las últimas décadas. Habrá que reconocer que la astrología es
una superstición dura de matar, acaso una de las artes adivinatorias más
exitosas a lo largo de la historia. Dos mil años de cristianismo y siglos de
desarrollo científico no han sido suficientes para desarraigar en la población la
creencia en el “mensaje astral” de la pseudo ciencia astrológica, incluso en
los más altos niveles sociales, como nos lo recuerda “el secreto mejor guardado
de la Casa Blanca”.
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