“Y
algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos
decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: parece que es predicador de
nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la
resurrección. Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber
qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas
extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. (Porque todos los
atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se
interesaban sino en decir o en oír algo nuevo).” Hechos 17:18-21.
Este pasaje que relata un
episodio de la estadía del apóstol Pablo en la Atenas del siglo I ha sido
identificado por algunos comentaristas como “lo más culto” del Nuevo
Testamento, quizás de la Biblia. Quienes
afirman esto probablemente apelan a la mención que hace el pasaje de los
estoicos y epicúreos, dos célebres escuelas de filosofía griega muy activas por
entonces en el mundo mediterráneo. Si esto califica como “lo más culto” del
Nuevo Testamento, lo dejamos al gusto del lector. Como fuere, nuestro interés
por ahora va por otro lado. Con el artículo de hoy terminaremos nuestro breve
viaje por el mundo del cine y las relaciones que existen entre el séptimo arte
y, digamos, cuestiones trascendentes, tales como la filosofía o la religión.
Precisamente la mención de los estoicos en el pasaje arriba citado nos sirve de
puerta de entrada para reflexionar un poco acerca de una escuela filosófica que
tuvo un protagonismo significativo en el imperio romano justo en los momentos
en que el cristianismo aparecía en la escena religiosa mundial. ¿Quiénes eran
estos filósofos ante quienes debió hablar el apóstol? ¿En qué creían los
estoicos? ¿Eran religiosos, ateos, quizás agnósticos? Veamos como una analogía
del cine nos pueda ayudar a responder a estas y otras cuestiones.
“La Guerra de las Galaxias”
(Star Wars), la multimillonaria producción de George Lucas, es sin duda una de
las sagas fílmicas más exitosas y más reconocidas de las últimas cuatro décadas
y, a juzgar por sus impresionantes números de audiencia, quizás de toda la
historia del cine. En casi cualquier lugar del planeta una persona podría
identificar a Luke Skywalker, Obi-Wan Kenobi o el maestro Yoda, por citar sólo
algunos de una larga lista de originales caracteres de la película, y ni hablar
de la inefable expresión: May the force
be with you (“Que la fuerza te acompañe”). Lo que es mucho menos reconocible
para el público común es la estrecha relación o semejanza entre el discurso y
creencias de los protagonistas de la película y la filosofía de los estoicos. Esta
interesante materia es investigada por Kevin S. Decker y Jason T. Eberl en su
libro “Star Wars and Philosophy”, de
la cual tomaremos algunos ejemplos que nos ayudarán a establecer esa
correspondencia. Antes de pasar eso sí a esos ejemplos será bueno introducir
una nota de aclaración acerca de los rasgos más generales del estoicismo. En su
seno, el estoicismo alimentó dos grandes corrientes: la moralista y la
cosmológica. Los estoicos de la primera tendencia, como lo indica su nombre, ponían
el acento de sus enseñazas en asuntos que tenían que ver más bien con la moral
de la existencia cotidiana. En esta línea se ubican dos célebres autores,
máximos representantes de la moral estoica: el esclavo Epicteto y el emperador
Marco Aurelio. Por el contrario, la otra rama del estoicismo, la cosmológica,
estaba mucho más interesada en cuestiones universales o supra personales, tales
como el origen del mundo o asuntos astrológico-astronómicos. Esta tensión entre
la moral personal, individual, por un lado, y la suerte del universo por otro,
es un asunto que recorre a los filósofos estoicos y una cuestión que en cierto
modo se refleja también en la narración
de La Guerra
de las Galaxias.
Vamos ahora algunos de los
ejemplos que nos plantean Decker y Eberl. Cuando en La Amenaza Fantasma el maestro Qui-Gon Jing (interpretado por el
actor Liam Neeson) lleva ante el consejo Jedi a un pequeño niño, Anakin
Skywalker, apela al destino de este pequeño: “Él es el escogido, deben verlo”. Cuando
años más tarde, en otra escena clave, un dubitativo Luke Skywalker cabila sobre
si enfrentar nuevamente a Darth Vader, vemos que una aparición de Obi-Wan
Kenobi (¿un fantasma?) alecciona al joven Jedi con estas palabras: “No puedes
escapar a tu destino. Debes enfrentar a Darth Vader otra vez.” Pues bien, esta
idea de destino que parece ligar a los personajes de la película casi en un
tono fatalista, es uno de los signos más distintivos de las doctrinas estoicas.
El estoicismo preconizaba precisamente que todo lo que sucede en el mundo, todo
lo que ocurre en la historia, tanto a nivel planetario como personal, está
afectado por el destino, contra el cual poco se puede hacer, por lo que la
única acción posible es la aceptación reposada y racional de ese destino (de
ahí aquello del “estoicismo” al que popularmente la gente suele referirse
cuando se enfrenta con resignación una determinada situación o hecho
aparentemente inalterable). Los estoicos creían que la vida material no era
nada más que “ruido”, cosas de secundaria importancia; lo que realmente cuenta
son las cosas trascendentes, las del espíritu humano, que se deben alimentar a
través de la reflexión filosófica. Por este camino, los estoicos identificaron
dos opuestos: la pasión (pathos) y la
razón (logismos). Los estoicos creían
que el hombre debía vivir en armonía con la naturaleza y esta armonía se
alcanzaba a través del predominio de la razón sobre la pasión, pues esta última
era considerada un desorden que arrancaba al hombre del equilibrio y la mesura.
Los estoicos enseñaban que el ser humano debía vivir practicando la virtud (virtus), de las cuales la más importante
era el valor o coraje (andreia) para
enfrentar su destino personal, vencer las pasiones y vivir conforme a la razón,
esto es, conforme a la naturaleza. Resulta interesante a este respecto el caso
del maestro Yoda en La Guerra de las Galaxias: el maestro siempre
permanece tranquilo, su rostro impávido, nunca exterioriza sus emociones. Esta
imagen recuerda mucho el ideal estoico, el del hombre que enfrenta la vida en
calma, desapasionadamente (apathes),
pues la ausencia de toda pasión o emoción es el camino de la virtud filosófica.
Valdrá la pena tener en cuenta que Yoda, en sánscrito significa “guerrero”.
Pero los paralelos entre Star
Wars y los estoicos no yacen sólo en asuntos de moral personal, como los
ejemplos antes señalados, sino también en cuestiones cosmológicas, que ocupaban
una parte muy importante en la agenda del estoicismo. Los estoicos concebían al
universo como animado de vida, algo así como un ser vivo; creían que en el
centro del universo se hallaba un gran fuego, suerte de motor que mantenía en
funcionamiento al mundo. A este principio de vida universal los estoicos lo
denominaban logos, un principio
racional que insuflaba vida a todo lo existente. Este logos permeaba todo el cosmos, de modo que se hallaba presente en
las estrellas y en el cielo, así como también en las plantas y los animales, y
por cierto en todos los seres humanos. Este concepto resulta tan potente en la
filosofía estoica, que su universalidad y omnipresencia llevó a los estoicos a
sostener la idea de que todos los seres humanos eran básicamente iguales,
hermanos; un amo estoico debía tratar con deferencia a sus esclavos, pues en
todos estaba presente el mismo logos
universal. Otra vez la ideología de los estoicos se cruza en nuestra lectura de
Star Wars. Nótese por ejemplo cómo el
maestro Qui Gon enseña al pequeño Anakin que las midiclorias
(componentes de la Fuerza) están presentes en todas las formas de vida y agrega
“constantemente nos hablan y nos dicen cuál es la voluntad de la Fuerza”. La fuerza de Star Wars se asemeja de manera
notable al logos estoico.
Con todo lo dicho, nos queda una cuestión
pendiente. ¿Eran creyentes los estoicos? ¿Eran ateos? La clave para responder a
esta pregunta está en la forma como los estoicos entendían al logos. Se suele decir que los estoicos
eran panteístas, dado que el logos se
equipara a nuestro concepto de divinidad y puesto que el logos está en todas partes, incluida la materia, los estoicos
enseñarían la inmanencia divina, es decir, que todo es dios. Otros, por la
misma razón, los clasifican como materialistas. Algo de cierto hay en esas
definiciones, pero si queremos responder en términos modernos a esa pregunta,
habría que decir que los estoicos no creían en un dios personal, pues el logos se asemeja más a una influencia
celestial que a un dios tradicional. Si sirve de algo, los estoicos sí marcaron
distancia de los epicúreos, los clásicos ateos o materialistas del mundo
antiguo. Para los estoicos, la presencia del logos dejaba un margen para la intervención divina en el mundo;
otra cosa distinta es qué entendían ellos por esa intervención divina. Para
cuando el apóstol Pablo confrontó a los estoicos en Atenas, con seguridad no
fue la Fuerza la que lo llevó hasta allá, sino la voluntad aún más grande que
lo que concebían los serenos estoicos.
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