En nuestro comentario anterior
señalábamos que Bentham comenzó a desplegar su ataque contra la religión, en
especial contra el cristianismo, después de 1810, siendo una pieza pequeña pero
clave de esa empresa el manuscrito “Not
Paul, but Jesus”, en el que Bentham contrastaba el principio de la utilidad
o de la máxima felicidad preconizado por él con el principio ascético
cristiano. Para entender la crítica de Bentham hay que comprender la imagen que
tenía el filósofo inglés de los dos personajes fundamentales del cristianismo:
Jesús y el apóstol Pablo. Bentham creía que Jesús era un hombre bien
intencionado, un maestro que buscaba mejorar la condición de su gente a través de
su doctrina; Pablo, por el contrario, era el malo de la película, el discípulo
que tergiversó la enseñanza original de Jesús y la reemplazó por su propio
dogma personal. La idea de que Jesús era portador de una buena doctrina pero
que el cristianismo fue corrompido por alguno de sus seguidores es tan antigua
como el gnosticismo de los primeros siglos (la postura de Bentham es en cierto
sentido el inverso de la de Marción), ni tampoco es exclusivo de Bentham el
achacar las culpas del cristianismo a Pablo (alguna teología feminista actual
hace algo parecido), pero el padre del utilitarismo desplegó argumentos muy
particulares en esta materia.
Básicamente Bentham sostiene que
Pablo es un fraude, un aprovechador ansioso de alcanzar renombre y
reconocimiento personal: la historia de su conversión en el viaje a Damasco es
un invento más en su proyecto por vincularse a Jesús, en circunstancias que él
no era parte del círculo original y no tenía manera, por lo tanto, de ser un
apóstol. Pero la ambición que le llevó a fingir este cuento iba unida a otras
herramientas que sí le dieron ventajas reales sobre los verdaderos apóstoles:
su manejo del griego y su educación helenista. Dotado así de una ventaja
competitiva frente a los discípulos originales que eran judíos de Palestina,
Pablo negoció con aquéllos que le dejaran predicar el cristianismo entre los
gentiles, lejos de Tierra Santa, claro que al hacerlo no llevó el cristianismo
consigo sino su propia versión de la religión de Jesús, lo que Bentham denomina
el paulinismo. Es el paulinismo, la religión que triunfó en el imperio romano,
lo que Bentham está decidido a desenmascarar.
En la oposición entre el
cristianismo (la buena religión original de Jesús) y el paulinismo (la versión
tergiversada ofrecida por Pablo) Bentham identifica las principales objeciones
en contra del apóstol de los gentiles. En su ambición personal por ser
reconocido como el sucesor de Jesús y máximo líder del nuevo movimiento, Pablo
convirtió la fe predicada por Jesús en simple credulidad: los nuevos
convertidos debían creer lo que Pablo enseñaba porque él hablaba en nombre de
Dios, aunque sin pruebas que corroboraran sus afirmaciones. Si bien el
propósito inicial era que las personas no pusieran su esperanza en las obras
sino en la fe en Dios, Pablo en realidad quería que depositaran su fe en él y
en sus propias doctrinas. Para lograr esta meta Pablo aseguró que Dios
premiaría a quienes siguieran sus enseñanzas y castigaría severamente a los que
no lo hicieran; de hecho convirtió a Jesús, que había sido un buen hombre, en
Dios, de tal manera que al presentarse como apóstol de Jesús él mismo pasaba a
ser representante de Dios, reforzando así la obediencia de la gente a lo que él
decía. En definitiva, entonces, el método de Pablo se basaba en predicar la “fe
en lo abstracto”, o sea, pura y simple credulidad. Bentham contrasta esto con
su propia versión de lo que es fe: entendida adecuadamente, fe es una creencia
basada en probabilidades, las que a su vez están basadas en evidencias o
expectativas racionales de que algo pueda ocurrir. Dicho en otras palabras, la
fe o creencia según Bentham es un acto de juicio, mientras la fe de Pablo es un
asunto de credulidad. La ausencia de juicio o de fundamento en la fe predicada
por Pablo tiene buenos ejemplos, según Bentham, en doctrinas absurdas o
irracionales como la trinidad (que una persona son tres personas) o la
transustanciación (que el pan se convierte en carne y el vino en sangre). Tales
ejemplos desnudan el mensaje de credulidad que constituye el centro del
paulinismo, una religión que obliga a la mente humana a aceptar creencias
ridículas.
Pero la fe es sólo un aspecto de
la tergiversación paulina de la religión de Jesús, el otro es el ascetismo.
Bentham sostenía que Pablo tuvo especial cuidado en contrarrestar dos
influencias que podrían opacar sus enseñanzas y el control de los creyentes: la
doctrina de Moisés (el judaísmo tradicional) y el sexo. Contra ambos Pablo
desplegó una enconada lucha, aunque según Bentham tuvo un particular énfasis en
la guerra contra el sexo, quizás porque Pablo entendía que era la fuerza más
poderosa que podía sustraer a las personas de la obediencia a su doctrina. Bentham
sostuvo que dos factores ayudaron a Pablo en su prédica ascética: la filosofía
estoica y la escatología de la otra vida. La filosofía estoica reforzó las
ideas de Pablo porque los estoicos miraban con recelo las emociones (como el
romanticismo o el amor) y las pasiones (como el apetito sexual). Para los
estoicos la mejor vida era la que se vivía en ataraxia, paz interior; de ahí que los placeres en general y en
especial el sexo fueran vistos como distracciones para una vida superior. El
segundo factor, la escatología de los premios y castigos futuros predicada por
Jesús, ayudó a Pablo porque le proporcionó una herramienta para atemorizar a
los creyentes y sujetarlos a las restricciones sexuales por él impuestas. Así,
pues, con la ayuda de los estoicos y de las expectativas de ultra tumba, Pablo llevó
adelante su guerra contra el sexo, la que se despliega en pasajes como 1
Corintios 7:
“Bueno le sería al hombre no
tocar mujer” (7:1)
“Digo, pues, a los solteros y a
las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo” (7:8)
Pablo presenta aquí, según
Bentham, su doctrina del celibato cristiano, esto es, el estatuto de privilegio
de quienes se abocan a la abstinencia sexual, resultado del cual fue el
celibato forzado del clero católico romano. El juicio de Bentham es categórico:
el ascetismo de Pablo es “una doctrina realmente anti natural”. De todo este
entuerto Bentham concluye que el cristianismo siguió un camino desastroso:
obligó a la gente a vivir una vida infeliz aquí bajo la promesa de una supuesta
felicidad futura en el más allá. Pero claro, esto es el resultado del
paulinismo, porque la verdadera enseñanza de Jesús era muy diferente. ¿Qué tan
diferente? Lo veremos el próximo mes. Una cosa es segura según Bentham: Jesús
sí, Pablo no.
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