Con todo lo interesante que tiene de por sí lo que nos digan Wellhausen y sus discípulos sobre Balaam, nuestro interés por ahora va por otro lado. En lo que sigue nos centraremos en la interpretación de Pakozdy por la particularidad del tratamiento que concede a los nombres de Dios en la historia, tratamiento que probablemente sea único en su tipo. Comencemos por aclarar que Pakozdy es un convencido partidario de la interpretación a lo Wellhausen, cuestión que de entrada coloca a este teólogo húngaro muy a la distancia de las preferencias doctrinales de los evangélicos latinoamericanos, puesto que para nosotros sus presupuestos teológicos no pueden ser más lejanos a la visión que tenemos de
Von Pakozdy inicia su recorrido por los nombres de Dios reparando en el uso del nombre Elohim, vocablo empleado con una significación muy amplia en el antiguo Testamento, pues sabemos que se usa para referirse a Dios, o en general a quienes detentan poder, real o figurado, personas tales como autoridades o jueces, e incluso otros dioses. Los ejemplos abundan.
Estas palabras son atribuidas a Senaquerib, rey de Asiria, cuando sus fuerzas merodeaban Jerusalén y pretendía atemorizar a los defensores para inducirlos a rendirse. Aquí vemos cómo indistintamente Elohim se usa para referirse al Dios de Israel y a los dioses paganos. Pero hay incluso otro pasaje más revelador y hacia el cual Pakozdy llama nuestra atención acerca del uso de este nombre.
“Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl diciendo: ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses (Elohim) que suben de la tierra”. 1 Samuel 28:12-13.
Pakozdy se detiene sobre el uso de Elohim en este célebre pasaje donde Saúl consulta a la adivina de Endor. El pasaje indica claramente que Elohim se usa aquí para representar espíritus de los muertos, probablemente demonios, seres espirituales venidos desde el otro mundo. Este hecho es fundamental, según Pakozdy, pues conecta a dos personas con reconocidas artes adivinatorias: la mujer de Endor y Balaam. Al igual que la mujer implicada en el episodio de Samuel, Balaam es un vidente, un adivino, cuyo negocio consiste – o al menos así el lo presenta a su público – en la capacidad de contactar con el mundo de los dioses, de los espíritus, el mundo de los muertos. Esta condición de los personajes le permite a Pakozdy tender un puente entre el texto de Samuel y el de Números. Lo que tenemos entonces, sostiene Pakozdy, es que el uso de Elohim en la historia de Balaam probablemente no se refiera a Dios, entendido como el Dios de Israel, sino más bien a un espíritu o demonio en particular por cuya intermediación Balaam procura entregar un mensaje divino, un lejano eco de una situación similar a la vivida por Saúl y la adivina de Endor. Así, pues, según Pakozdy, el uso de Elohim en la saga de Balaam no tiene que ver con el Dios hebreo sino con el espíritu/demonio que le confiere sus poderes adivinatorios.
Pakozdy desarrolla la historia de Balaam consiguientemente bajo el concepto de que Elohim es la referencia al espíritu/demonio en relación con Balaam. Al comienzo de la historia, en Números 22:8-13, donde Balaam se refiere obedientemente a Yahvé (Jehová), Pakozdy nos sugiere que el vidente podría haberse expresado de igual manera cualquiera fuera el dios involucrado en la petición del cliente, sólo que al presente el involucrado era Yahvé; lo que Pakozdy nos señala (cosa que por lo demás ha sido destacada por muchos otros autores) es que Balaam era un profesional de la adivinación, siempre dispuesto a prestar sus respetos al dios de turno con el que tuviera que tratar: así había sido en su vida hasta ahora y para él de seguro Yahvé era sólo otro dios más. Luego en el capítulo 22 cada vez que encontramos Elohim estaríamos – así sugiere Pakozdy – frente al diálogo entre Balaam y su espíritu/demonio:
22:9, “Y vino Elohim a Balaam…”
22:10, “Y Balaam respondió a Elohim…”
22:12, “Entonces dijo Elohim a Balaam…”
22:18, “… la palabra de Jehová mi Elohim…”
22:20, “Y vino Elohim a Balaam de noche…”
22:22, “Y la ira de Elohim se encendió porque él iba…”
22:38, “La palabra que Elohim pusiere en mi boca…”
Según este esquema, el espítitu/demonio de Balaam es quien tiene todos estos diálogos con el vidente, pero entre los versos 22 y 38 quien interviene es nada menos que el ángel de Yahvé, que está airado contra Balaam por su actuar. Lo que el pasaje nos diría es que obviamente Yahvé, el verdadero Dios de Israel, es mucho más poderoso que el espíritu que consulta Balaam. Pakozdy cree hallar apoyo a esta distinción entre Yahvé y el demonio en las distintas órdenes que indican a Balaam: el Elohim de Balaam le ordena obediencia en su conducta (22:20, “pero harás lo que yo te diga”), mientras que Yahvé le prescribe obedecer a sus palabras (22:35, “la palabra que yo te diga, esa hablarás”).
En 23:1-10 continua y escala la tensión en la que crecientemente se ve envuelto Balaam. El vidente procura el encuentro con su Elohim (23:4, “Y vino Elohim al encuentro de Balaam”), pero quien finalmente vuelve a intervenir y a controlar todo es Yahvé, el Dios de Israel (23:5, “Y Jehová puso palabra…”).
Balac, el rey de Moab, inquieto por las continuas bendiciones que Yahvé obliga a pronunciar a Balaam, interviene para que el vidente vuelva a conectarse con su Elohim:
“Y dijo Balac a Balaam: Te ruego que vengas, te llevaré a otro lugar; por ventura parecerá bien a Dios (Elohim) que desde allí me lo maldigas”. Números 23:27.
Sin embargo, a estas alturas, sostiene Pakozdy, Balaam ya ha entendido que no es posible maldecir a Israel y resistir la voluntad de Yahvé, sencillamente transmite su mensaje.
“Cuando vio Balaam que parecía bien a Yahvé que él bendijese a Israel, no fue, como la primera y segunda vez, en busca de agüero…” Números 24:1.
No hay comentarios:
Publicar un comentario